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LA FIESTA DE LAS FLORES EN TRUJILLO

LA FIESTA DE LAS FLORES

 

Llegó la primavera con todo su esplendor, invitándonos a soñar. Las esperanzas, las ilusiones, los sentimientos de amor renacen dentro el marco de flores coloridas. La mitológica Flora se hace visible en la frondosa estación, convirtiendo la tierra en un edén de exquisito aroma… Ya empieza el desfile, preparémonos para observarlo, ¡pero tengan paciencia, por favor, y no empujen que todos queremos ver!.. Viene la banda de músicos; se oyen tambores, bombos y platillos; acompasadas melodías que arrancan el aplauso de la multitud. ¡Qué alboroto por ese lado de la calle! Los niños chillan, sin despegar de la mano sus dulces y helados, las jovencitas juguetonas gritan y saltan entrelazadas por el brazo, mientras la gente madura y los ancianos aplauden sin cesar a los participantes del Corso.

De pronto distingo entre la gente a una niña de cabellos de oro que sonríe sujetando su muñeca mientras el sol acaricia su rostro primoroso. Vuelvo la mirada y noto un bello resplandor en el rostro de la gente; como si la emoción los hubiera transformado en seres dulces, más humanos. Incomparables pálpitos de placer inundan los corazones en medio de la algarabía general. 

Resuena la ovación de la multitud al ver aparecer por la vetusta y curva avenida a una guapa y diestra waripola que marcha haciendo girar su pequeño bastón y de cuando en cuando lo lanza por los aires. El bastón, sin dejar de girar arriba llega a un punto y cae y antes de tocar el suelo es recibido, con una agilidad acrobática, por la misma que vuelve a pegarlo a sus dedos y a darle  vueltas tan espectaculares que provocan gritillos de  admiración en el público.

La bastonera alta y frágil sigue su marcha, ondulante y sofocada aunque sin perder la sonrisa. Con paso rítmico y con el bastón pegado a su gacélico cuello se voltea y lo relanza alto, lo suficiente como para que el tiempo que tarde en caer ella lo emplee en dar espectáculo; extiende las manos sobre la pista cubierta de flores y apoyándose en éstas se da una, dos, tres vueltas coordinando en todo momento los movimientos de su cuerpo. De pronto un niño moreno y de pelo encrespado salta a la vía y se dirige a la joven atleta que lo recibe con cariño y le da un beso en la mejilla.

De entre  la banda de músicos que acompaña a la bastonera destaca un gordito carantón que se esmera en producir agradable sonido repicando el tambor que le cuelga del cuello con par de palilllos que parecen fideos, mientras el director de la banda avanza cerca de él dando pasitos y con los brazos en movimiento. Algunos espectadores sonríen, si dejar de aplaudir a la banda y a la bastonera.

¡Momentos gratos!, la celebración ruidosa aleja las penas interiores y se llena uno de satisfacción. Nadie que esté observando el espectáculo podría pensar en sus angustias personales o en las cosas malas que suceden en el mundo… Que encantador regocijo semejan las almas. La fiesta primaveral es remedio que sana todos los corazones, es placer puro e inmaculado, provoca el júbilo, la sollozante carcajada. Se aspira el aroma proveniente de los altos árboles cuyas ramas bailan mecidos por el viento de setiembre también contagiado por el ritmo y la alegría mayor…Asoman a la cabeza las virtudes escondidas, no hay lugar para los pensamientos malos. Huyen de la tierra las guerras, los sentimientos de venganza, el odio y la muerte. En cambio, brotan las flores multicolores, gorjean los pájaros, las mariposas sicodélicas revolotean por las inmediaciones. La tierra es cuna verde ubicada cerca del cielo; es como un libro que abriera sus páginas y nos mostrara “como se debe vivir”.

Buscando a la niña de ojos celestiales movía yo la cabeza de un lado a otro, hasta que la distinguí entre la gente. Mantenía su sonrisa angélica sin dejar para nada su muñeca. Entonces, sin saber por qué até mis ojos a los suyos. Su ingenuo candor movió mi corazón, y la admiré mil veces en la tarde feliz.

Los góticos rayos del sol, besaban las mejillas encendidas, mientras arriba en el cielo un grupo de  avionetas hacían piruetas, cuales mosquitos ruidosos, subían y bajaban dibujando haces blancos en el cenit lapislázuli. ¡Qué delirio ante el juego mortal de aquellos valientes aviadores! Frenéticos gritos retumban en la hora azul!...Y ahora las palmas de las manos, ya de color púrpura, se destinan hacia aquel carro alegórico que nos presenta a “miss España”, reina de belleza subyugante; sus ojos parecen imanes a pesar de que dormitan bajo sus finas pestañas; corona  delicada en sus cabellos de azabache; sus cuerpo de afrodita provoca suspiros y besos volados en los muchachos del pueblo. ¡Palmas generales! ¡Ah, la comicidad la trae un hombre pintado de payaso, zapatos largos, pantalón parchado que se detiene imitando una pose femenina, moviendo el trasero y sacando la lengua a los niños que entre risas tiernas le piden gritando: “¡payasito pasa otra vez!”

Unos jinetes de ropa blanca y sombreros de junco aparecen montados en caballos bailarines, pasito a paso. ¡Que bonito danzan los caballos!, mueven con armonía sus patas cascudas; giran sus músculos al compás de una alegre marinera. Parecen esos potros alados de la mitología antigua. ¡Palmas! Aparece otro móvil bañado en alegorías coloridas que trae a Mis Perú, reina del país que antaño fue cuna de un Imperio; su talle majestuoso se impone en la calle por la que pasa, su rostro acanelado con sonrisa de monalisa se vuelve a cada llamada de la gente, reparte besos volados, sonríe a los jóvenes que desde los edificios le lanzan piropos. ¡Los aplausos se agigantan! ¡La admiración sobra para este encanto de mujer!

Se aprecia ahora el camión de una firma comercial que trae en su plataforma una licuadora gigante, dentro la cual va metido un hombre vestido de romano. El desmesurado artefacto, de tapa negra y cuerpo transparente,  impresiona los sentidos visuales que de pronto reaccionan y celebran la alegórica presentación con nuevos aplausos. ¡Atención con el próximo vehículo! Es el preparado por los organizadores del Gran Corso primaveral. El carro trae a una joven ninfa de clásico vestido y larga banda representativa. Es la reina de la fiesta, la maja, la elegida de entre todas como la representante mayor, la misma que inevitablemente aloca los corazones masculinos. El vehículo se detiene en un punto callejero y entonces todos pueden leer en la banda blanca y roja que cruza el talle esbelto: “Mis Mundo” ¡Festejos para la reina! Un joven subido en lo alto de una pared le grita: “!Mamacita cómo quisiera ser tu banda!”. La dama bella, sonrojada le envía un ósculo lleno de aire que vuela hacia el blanco juvenil.
¡Vienen más móviles! En la plataforma de un camión se nota a una morena despampanante. Tiene los muslos desnudos; viene moviendo las nalgas y la cintura motivada por las notas musicales que emergen de los instrumentos de otra banda de músicos que acompaña su carro. Es la banda del colegio nacional de San Juan, compuesta por estudiantes apasionados por la música. Los canarios lucen angelicales con sus cristinas amarillas y sus sonrisas frescas que se suman a las de los demás que gozan con la parada primaveral.

Es la fiesta estelar, que cada año se celebra en la ciudad de Trujillo, y que atrae a un sin fin de foráneos ávidos de olimpos artificiales. Por los días finales de setiembre se llenan los hoteles, las exposiciones, los teatros, las ferias, hay bailes interminables dentro de locales y hasta en las calles, dándole a esta capital del Norte del Perú el perfil de una urbe mágica, alumbrada con festivales que pueden hacernos gozar de los mejores momentos de nuestra vida.