«Sierpe y Salamandra» de Mariana LLano

"Sierpe y Salamandra"                                                                               

"Sierpe y Salamandra"                                                                               

Geovana Rosa Yaipén Rodríguez, más conocida por su nombre artístico, Mariana Llano, nació en Chiclayo, Perú, en 1959. Desde muy joven sintió el cosquilleo de las musas de la creación literaria y a ella se entregó con desbordada pasión. En 1989 fundó en Chiclayo el Taller literario “Umbral” que se convirtió en semillero de una nueva generación de poetas. Ha publicado diversos poemarios entre ellos “Mester de Hechicería”, y obras de narrativa entre ellas “La noche de Puse Pupuche y otros cuentos”, las revistas literarias: “Solsticio”, “Lundú” revista de Arte y Cultura negra y “Algarrobo” editado en Barcelona.

 

Ella es el prototipo de la mujer peruana intelectual, poeta, cantautora y escritora, que ha participado además como dirigente asociativa y promotora cultural. Es fundadora de la Asociación Cultural Iberoamericana Scorza que ha venido realizando numerosas actividades en el ámbito local.

 

El libro "Sierpe y Salamandra", de Mariana Llano, está escrito en primera persona, con ritmo y cadencia telúrica, sus versos trinan como pájaros, le canta, con su voz en cruces, al amor, la soledad, la naturaleza, sintiéndose extranjera y perdida entre las calles de una ciudad tan larga con nombre de mujer, se identifica con su raíz Mochica, andina y mandinga, inmersa en la cremallera de un  tiempo esférico interpreta la luz, la sombra, la lluvia, la pena.

 

Entre un mar, hipocampo, habla sobre la sierpe ojo de luna que llaman recuerdo, lo hace ardiendo como una salamandra al filo de la noche, buscando en la penumbra luciérnagas de libertad. Con su cabecita trenzada de azabaches aguerridos se pregunta si puede la noche misma regalar una luna sin romper a sangrar, si sabe la lágrima desandar distancias, si puede la luz herirnos a media sombra. Y luego se sumerge en la imagen familiar de la abuela blanca y la abuela negra, de las madres que tuvo y no tuvo, del hijo al que dedica el poema Herencia: por la sangre que transcurre en su sangre como un río de cadenas.

 

Poetisa singular, ampara su mística en la luz y el fuego, tiene la osadía de ser un corazón y una palabra incendiando comarcas que nunca fueron suyas. Así procrea la palabra azul, formando parte del nunca y del siempre, convirtiendo el aire y la nada en poema, describiendo lo humano. Aspira a ser Una y le canta a la vida con su muerte, desea ella misma ser poema y lucero, y mientras, busca el dolor para pulsarlo con su sangre. De su genio poético aflora la metáfora, que hace rimar con nostalgia mordaz y fina ironía. De sus sueños de infancia provienen la muñeca rubia y la tacita de té en la casa de sus muertos. Inmersa en aquel trastero que guarda sus tempranas fantasías, convoca a sus mujeres hechiceras, ancestras de su sangre, que saben del dolor procreándose en sus vidas, de las hijas, del poema y la risa

 

Y, presiente además la traición y la espera sin temor, sin huir ni claudicar, aguarda la guadaña, la fiera cuchillada que entrará a su corazón. Y, mientras, busca la luna para incendiar la noche que ametralla su ser, parafraseando a aquel humilde pájaro roto y ciego que culmina su liquida envoltura cada tarde poniente.

 

Aeda, con los abalorios de sus padres Mochica, cree en la multiplicación del llanto, en el dolor que palpa su carne, en la locura que la acecha. Y para no sucumbir, se refugia en la palabra escrita, su fiel compañera. Con un simple poema su voz adquiere la tonalidad del trueno en el cosmos perceptible. Ella, la cimarrona, que enciende hogueras con su sangre rebelde, la solitaria que va de bruces a despertar el grito sobre los belfos de la noche en celo, que es gaviota desangrada en distancia, con sus cabellos prietos sesgados por la luna, que rompe filas y aplaude con un grito.

 

Vate, de extracción popular, moldea versos entre los soliloquios  y susurros de su memoria, expresa sus vivencias a través de los cordeles tensados de sus voces, orgullosa muestra sus heridas y sufre galopando hacia la nada. Aunque pronto se renueva, engancha su carruaje a sus enaguas rotas y lanza su estruendo verbal al mundo, entre la risa sacarroncha y su llanto encorvado al aire, y la insinuación de ver satisfechos sus deseos interiores, incluyendo los eróticos.

 

La poesía de Mariana es un grito desaforado contra el pasado, una piedra que golpea lo que ya no sirve. Raza, sexo, condición social, se totalizan en sus poemas, como un punzante tridente contra el estatismo, la hipocresía moral, la desigualdad social, el dogma religioso Ella, con su palabra acerada, actual y venidera reclama además nuevos senderos estéticos, nuevos valores y formas de expresión humana.

 

Yo recomiendo, a quienes tengan interés y curiosidad por saber más de lo que dice Mariana a través de sus versos, adquirir el poemario. En Sierpe y Salamandra muchas personas se encontraran identificadas con el sentir de la poetisa que a partir de su unidad poética eleva su canto haciéndolo universal.

 

Jorge Varas

Barcelona, 2 de julio 2014