CÉSAR VALLEJO EN EL ESCENARIO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
(Homenaje a nuestro vate universal)
CÉSAR VALLEJO EN EL ESCENARIO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
(Homenaje a nuestro vate universal)
(Paris, 14 Abril 2018)
César Vallejo llega a Paris “la ciudad de lobos abrasados”- como dice en un poema-, procedente del Perú, en julio de 1923. Y sufre las vicisitudes de todo migrante que busca insertarse en el nuevo medio social. Sin domicilio ni trabajo fijo, duerme en casa de amigos y se gana la vida escribiendo artículos para periódicos de su país. La estrechez económica lo acosa. En 1925, con la ayuda de su amigo Pablo Abril, que trabaja de diplomático en Madrid, obtiene una beca de estudios. Y cada año, hasta 1927, viaja a España que para él es "como volver a mi América hispana reencarnada por amor del verbo que salva las distancias, en el suelo castellano”.
En España se impone la dictadura de Primo de Rivera, y estos viajes le sirven para apreciar la vida en España, su gente, sus costumbres y además la actividad política. En 1930, cuando ya convive con Georgette Phillipart, y después de dos viajes a la Unión Soviética el poeta, imbuido de materialismo dialéctico, se afilia al Partido comunista español y participa en células marxistas clandestinas en París. La policía sospecha de él y le requisa propaganda comunista. Es denunciado y el gobierno francés lo expulsa de este país por su activismo político.
Se traslada a Madrid, donde intensifica su labor literaria. Escribe su novela el Tungsteno y el cuento: “Paco Yunque”. Publica su ensayo: “Rusia en 1931”. Y ese mismo año con el apoyo de amigos publica la segunda edición de “Trilce”. Este libro, el más radical escrito en lengua castellana, por su auténtica tonalidad estética, llama la atención de escritores y críticos literarios de España. Antes de volver a Paris, al habérsele levantado el impedimento de ingreso a territorio francés, el poeta asiste, el 14 abril de 1931 a la proclamación de la Segunda República española.
Desde París, sigue de cerca los acontecimientos políticos de España. Y al estallar la guerra civil, en 1936, vuelve para prestar apoyo logístico, repartir propaganda republicana y arengar a sus compañeros milicianos que luchan en el Frente de Madrid. A los biógrafos del poeta les corresponde desvelar más documentos y fotografías de “El Gran cóndor de América” como lo llamó Miguel Hernández –otro de los poetas guerreros– de esta época en que envuelto por su fervor de poeta revolucionario se moviliza por una causa que considera justa y necesaria para conseguir un cambio social, político, cultural, histórico en España.
El poeta tiene un especial apego a España. Apuesta por que en este país se instaure un sistema político económico con bases socialistas, y no duda en entregar su arte, su palabra y acción a este cometido. Es tenaz en su lucha contra el enemigo, mientras arraiga en su lucidez la escritura de un libro cuasi profético, una especie de Apocalipsis, que simbolice el sacrificio del propio autor que -así como el verdadero héroe, el miliciano- asimila su espíritu al de un Pueblo y ofrenda su vida, desde la Palabra, por el advenimiento de un nuevo orden mundial. Por este vínculo existencial y poético, Vallejo clama para que cese ese sufrimiento que le causa ver a la Madre España con su vientre abierto por la cruenta guerra que enfrenta a sus propios hijos.
En 1937, España es arrasada por la guerra y todos los valores humanos, incluyendo las ciencias y las artes perecen. En medio de la hecatombe, el poeta peruano, escribe versos que son como himnos surgidos de la agonía y el dolor, de su visión de los muertos en el campo de batalla, de los heridos en las trincheras republicanas, de pueblos destruidos por bombas y metralla, de una parte de la humanidad aniquilada. Estas terribles secuencias abonan una obra que reflejará el estertor del poeta que con su propio aliento se esfuerza por dar interpretación artística a una guerra fratricida desatada por el ataque de las huestes franquistas a los republicanos que han ganado las elecciones generales. Una guerra que se convierte en causa internacionalista como un símbolo de esperanza hacia la utopía de la unidad y la revolución.
Para Vallejo este conflicto significa el choque de dos tendencias opuestas de tipo político y militar y además la apertura a una nueva visión de la construcción de la sociedad. Esta postura cuasi filosófica la expresa emotivamente en su escrito: “Los enunciados populares de la guerra española”, donde nos revela el profundo sentimiento de solidaridad que le embarga en estos tiempos difíciles para España y la visión colectiva con la que analiza los hechos. En este documento dice:
“Por primera vez, la razón de una guerra cesa de ser una razón de Estado, para ser la expresión, directa e inmediata, del interés del pueblo y de su instinto histórico, manifestados al aire libre y como a boca de jarro. Por primera vez se hace una guerra por voluntad espontánea del pueblo y, por primera vez, en fin, es el pueblo mismo, son los transeúntes y no ya los soldados, quienes sin coerción del estado, sin capitanes, sin espíritu ni organización militares, sin armas ni kepís, corren al encuentro del enemigo y mueren por una causa clara, definida, despojada de nieblas oficiales más o menos inconfesables.”
Palabras que son evocaciones del espíritu social de Vallejo, fortalecido por su óptica ideológica durante esta época, como un elemento motivador que impulsa su proyecto creativo de un gran poemario que revele la situación que se vivía en España.
En julio de 1937, el poeta asiste al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura (organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas creada nada más al estallar la guerra civil) donde confluye con escritores de renombre como André Malraux, Tristan Tzara, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Vicente Huidobro, Octavio Paz, Ernest Hemingway, y otros intelectuales de diversas partes del mundo.
En este Congreso se debate el papel del intelectual en los tiempos actuales, se elaboran manifiestos, se dictan charlas y se hacen llamamientos contra el ascenso del fascismo que representa el ejército del sublevado Franco. Se repudia el levantamiento criminal del militarismo contra la República democrática nacida del pueblo. En la Asamblea, los escritores y artistas declaran su identificación plena y activa con el Pueblo que lucha al lado del Gobierno del Frente Popular.
Vallejo, en representación de los escritores peruanos, pronuncia un emotivo discurso en el que incide en la responsabilidad del escritor en los momentos más graves de la historia. Dice que los escritores libres no deben callarse ante las persecuciones de los gobernantes imperantes, deben protestar y adoptar una actitud de compromiso y lucha social. Los escritores deben emplear lo mejor de su inteligencia para romper esa barrera secular, creada por las clases dominantes, y consubstanciarse con el pueblo. Recuerda la frase de Jesús: “mi reino no es de este mundo" y señala que ha llegado el momento de que la conciencia del escritor revolucionario le haga decir: “mi reino es de este mundo, pero también del otro”.
Recalca que el pueblo español está luchando con un interés sobrehumano, con una vocación sin precedentes en la historia y que se debe movilizar a las masas a favor de la República española.
El Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en julio de 1937, por la importancia de su realización en un contexto de guerra, marca un hito extraordinario en la historia de la Literatura.
El poeta sigue de cerca el curso de la guerra y se llena de gozo o sufre según el resultado de cada batalla. Mientras, con pasión desbordada, se acerca a las trincheras para animar a los milicianos a luchar hasta el triunfo supremo de su causa. Les recita versos épicos, himnos de proclama a favor de la República. Es un vate militante en las filas de la vida que convierte su palabra en testimonio y arma de lucha.
Vallejo escribe su libro “España aparta de mí este Cáliz” durante la guerra, en los dos últimos años de su vida. El poemario es un canto a la resistencia y el sacrificio humano. Es la voz crística que alienta al que lucha, entre un volcán de fuego. En Pedro Rojas, nos evoca al miliciano común, padre de familia que lucha y muere más de un vez en representación de todo el mundo. Y al igual que Pedro Rojas, el propio Vallejo, fusionado con el sentir del pueblo, de los trabajadores, de la gente de extracto popular, escribe y se moviliza hablándoles con fe de la esperanza y la victoria. Remueve conciencias con su activismo imparable y su palabra fraterna. Lo hace consagrándose en cuerpo y alma, sintiendo que muere también por España y en representación de todo el mundo.
Este libro es rescatado de las cenizas de la guerra por algún soldado de la República española y luego impreso, como testimonio de guerra, por la División de Imprentas del Ejército del Este, que dirige el poeta Manuel Altolaguirre (que conoce a Vallejo) en la Abadía de Montserrat, en las montañas de Barcelona. Impreso en papel rústico, con prólogo de Juan Larrea -el amigo personal de Vallejo- y el retrato del poeta hecho a lápiz por el pintor Pablo Picasso. Es una edición facsímil que da a conocer esta obra que, por su ingente contenido social y humano, alcanza un alto valor en la historia de la literatura.
Cesar Vallejo, el mago de la palabra, el ave fénix de la poesía en lengua castellana, desempeña un papel importante durante la guerra civil española, se convierte en Heraldo literario y político de la resistencia contra el franquismo. Se le considera un poeta revolucionario, aunque con alta calidad humana. La lectura de sus libros, a pesar de estar prohibida por la dictadura franquista, gana espacios en círculos literarios y llega a influir profundamente en poetas como Blas de Otero, Félix Grande, Manuel Celaya y otros con tendencia social. Al Perú, la influyente obra vallejiana llega también, más tarde, para señalar un camino nuevo a las nuevas generaciones de poetas y escritores.
La obra que nos legó César Vallejo es una joya de la literatura y es leída con sumo interés e interpretada de muchas maneras por gente de todo el mundo. Al igual que Homero, interpreta las odiseas vividas en los abruptos senderos por los que transcurre su propia vida; al igual que Dante, crea un escenario y una voz poética para describir el infierno de la guerra civil española; al igual que Dario, canta a las Américas a partir del cielo estrellado de sus Sierras colosales, a partir de su Perú natal, al que siempre está adherido, atisba el futuro incierto del Hombre y lo anima con pujantes mensajes de solidaridad, amor y esperanza. Como esta conocida frase que nos motiva a actuar siempre con fe y valentía: “Hay hermanos muchísimo que hacer”
Jorge Varas