TRAS LAS HUELLAS DE KAFKA

TRAS LAS HUELLAS DE KAFKA

TRAS LAS HUELLAS DE KAFKA

En la antigua ciudad del reino de Bohemia, tras las huellas aún perceptibles que dejara el hijo de una familia judía que con su inquieta pluma revolucionó la literatura. 
Huronear la fachada de la casa Oppelt donde vivió, frente a la Plaza de Ciudad Vieja donde antaño se montaba el Mercadillo navideño de San Nicolás, próxima a la torre de la iglesia de Tyn y el céntrico pìlar de la Virgen María.
Y el palacio Goltz-Kinsky sede el Instituto de Bachillerato donde estudió entre 1893 y 1901 y en cuya planta baja funcionaba la tienda de artículos de fantasía de su padre.
En la calle Celetnà, entre la Plaza de Ciudad Vieja y la Torre de la Pólvora, también vivió el pequeño Frank con su familia entre 1896 y 1907.
Empezó a escribir siendo adolescente, pero su primer libro “Contemplación”, dedicado a su amigo Max Brod, no vería la luz hasta 1912, justo el año en que decide sacudirse de la influencia paterna para dedicar más tiempo a la literatura. En la actualidad, en el barrio judío, junto a la Sinagoga española, se ve una escultura de Kakfa, sentado en hombros de una figura sin rostro atribuida a su padre con quién discrepaba.
Observar la antigua sede del Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo, en calle Na Poricí, 7, su despacho estaba en el último piso, donde trabajó la mayor parte de su vida. Aunque detestaba la vida de funcionario y solía rehuirla para ponerse a escribir. O dar un paseo, que lo relajaba de tensiones, bajar por la calle Pariska y llegar al puente de Carlos IV, cruzarlo a pie, entre saltimbanquis callejeros y turistas. Detenerse en medio del Puente para aspirar la brisa fresca y meditar un instante mirando las barcazas que se cruzan en el río. Bajar luego por la Isla de Kampa, a orillas del Moldava, entre chiringuitos y gente merodeando por el lugar. 
Alternaba su trabajo de agente de seguros con la literatura. En 1913 publicó “El Fogonero”. Asistía también a eventos culturales. Frecuentó el teatro alemán y la Sala de lecturas del Museo de Arte y Oficios. Y disfrutó horas de bohemia en el cabaret Lucerna y en cafés y bares. Con Mozart, genio de la música, siempre agasajado en Praga por el éxito de sus obras, charló en algunas reuniones.
En 1915 publicó “la Metamorfosis”, que andando el tiempo sería su obra más famosa. Y en 1916 salió a luz: “La Condena”. Después publicaría “El Proceso” y “En la colonia penitenciaria”
Frank tuvo como novia a Felice con quien viajó a Budapest y Viena, y prometió desposarla. Pero pronto se le declaró enfermo de tuberculosis, lo que puso fin a sus ideas de boda y dio inicio a la liberación de su trabajo en la oficina. En 1922 le concedieron por fin la jubilación. Ese mismo año empezó a redactar “El Castillo” tomando como modelo el mismo de Praga, a donde acostumbraba excursionar, subiendo por callecitas serpenteantes y parques como el de Chotkovy hasta la catedral de San Vito. 
En 1924, al agudizarse la tuberculosis pulmonar que minaba sus fuerzas, su amigo Max Brod lo trasladó al sanatorio de Kier-ling, cerca a Viena, donde a pesar de los esfuerzos médicos, falleció en 1924, a los 41 años. Sus restos fueron trasladados al cementerio de Strasnice, en Praga. Después de su muerte salió publicado “Un artista del hambre”. Praga tiene en consideración a su hijo predilecto, con Museo, Plaza, esculturas, rótulos callejeros con su nombre y algunos centros difusores de su vida y obra.
Kafka dejó una obra valiosa. Su prosa con alto grado de abstracción ha ocasionado una variedad de interpretaciones, unas a favor otras en contra. La crítica literaria sin embargo, lo reconoce como uno de los más grandes novelistas mundiales.

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