F. GARCIA LORCA: EL POETA INMORTAL
“¡El sueño se deshizo para siempre!… Y en la dulce tristeza/ del paisaje que muere/ mis voces se quebraron…/ Va cayendo la nieve/ en el campo desierto de mi vida/”
El poeta evoca conmovido estos versos suyos –aquella hora fría que enluta los campos de su Granada natal–, mientras es transportado en vehículo por aquel grupo armado de la macabra “Escuadra Negra” que, por orden de sus superiores, lo iba a matar. ¿Había algún motivo justificado? Ninguno. Sólo por ser poeta y dramaturgo y tener ideas nuevas, por encumbrar la lírica de su país, por sacar de la chabacanería y la vulgaridad el teatro español y ofrecérselo al pueblo, por anhelar un mundo pleno de igualdad y justicia, donde todos tuvieran acceso al trabajo, a la educación, al arte y la cultura.
Al fondo del barranco de Viznar se perfilan los montes y el cielo ahumado de la Sierra de Alfacar a pocos kilómetros de Fuente Vaqueros, el pueblo donde nació, el 5 de junio de1898. Cuando era niño se le aparecieron las musas de la poesía y le señalaron aquel camino largo y espinoso, el ideal que con toda su alma persiguió y le dio fuerza y talento para publicar a los veinte años su primer libro: “Impresiones y poemas”. El mismo ideal que en 1919 impulsó su espíritu inquieto, soñador y sensitivo a dejar sus estudios en la universidad de Granada y trasladarse a Madrid en busca de oportunidades para desarrollar su dones artísticos, su afición al dibujo, la música, el teatro y la poesía.
Había sido detenido la tarde del 16 de agosto, a menos de un mes de iniciada la sublevación de militares franquistas contra la República española. Lo habían trasladado al puesto de mando de la Falange –partido político que apoyaba a los rebeldes– y de allí a una cárcel, en la que pasaría la noche en vela recordando la Residencia de Estudiantes de la avenida Castellana donde conquistó a los demás con su simpatía y se convirtió en activo organizador de eventos culturales, junto a Salvador Dalí, Luis Buñuel, Juan Ramón Jiménez, Gregorio Martinez Serra, entre otros. Y más adelante, con Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti y León Felipe, integraría aquel puñado de poetas que insertarían su nombre en la historia de la poesía española.
A pesar del duro cautiverio, no había perdido el optimismo y pensaba que pronto sería liberado ya que no había cometido delito. Era un poeta, que le cantaba a la vida, al amor, al arte en todas sus manifestaciones. Su influencia en la Residencia de Estudiantes había sido importante. No se consideraba el adalid de la generación del 27 a pesar de haber conseguido hermanar a sus miembros, al influjo de su personalidad, siempre jovial, optimista, culto, renovador de las artes literarias y escénicas. En 1920 había estrenado la obra teatral: “El Maleficio de la Mariposa”. En 1921 había publicado: “Libro de poemas” y luego “Canciones” (1924) donde populariza lo andaluz con un lenguaje pulido. Y su “Poema del Cantar Jondo” que se publicó en 1931 tras organizar en su tierra natal la Fiesta del Cante Jondo, con marcado éxito.
Recordó a Dalí, un loco bueno, excelente pintor, con quien disfrutó de temporadas inolvidables en Madrid, Girona, Barcelona. Fue el primero en aplaudir su obra: “Mariana Pineda” que se estrenó en Barcelona en 1927 encarnada por al actriz Margarita Xirgu. Esta obra la compuso inspirado en la historia de aquella heroína granadina que fue detenida, condenada y ejecutada por defender la libertad, la igualdad y otros ideales. Con su compañía teatral “La Barraca” fundada en 1932, volvió a representarla con éxito en diversos escenarios de España. Luego cruzó el charco llevando su arte al otro lado del mundo. Las representaciones de sus obras teatrales en las ciudades de Montevideo y Buenos Aires fueron exitosas y tuvieron resonancia internacional.
De vital importancia era su aportación al teatro español. Con la pieza teatral “Bodas de Sangre” (1936) reproducía un tema popular con acento lírico y trágico. Su representación de un mundo donde fluyen la sangre, el sexo, la maternidad, se acrecienta con “Yerma” (1934). En 1936 escribe “La casa de Bernarda Alba” tragedia rural donde poetiza el lenguaje cotidiano de unos personajes que ansían la libertad. Ya en 1930 había escrito su obra más compleja y profunda: “El público”, y en 1931 una historia de amor y muerte titulada: “Así que pasen cinco años”. Con estas obras apostaba por la renovación escénica empezando por el teatro de lo absurdo y todas las innovaciones del teatro en la primera mitad del siglo XX.
Su vena creativa había refulgido con “Romancero Gitano” (1928) donde con sentido teatral humaniza la tradición literaria, para dotarla de sensaciones humanas, con evocaciones en lenguajes populares, empleando la metáfora que anima la realidad plagada de dramatismo. Este libro, donde describe la mitología gitana, consolidó su fama de poeta. En 1929 había viajado a Nueva York, donde residió temporalmente mientras estudiaba en la Columbia University. De vuelta en España había publicado: “Poeta en Nueva York” poemario esencial en la lírica española, en el que con natural talento, gracia y don de síntesis, convierte en poesía todo lo que percibe: los rascacielos, el hierro, la máquina, hasta las cosas más nimias en un mundo caótico, estridente y colosal, plagado de violencia, conflicto racial, social y humano.
El poeta no había perdido el ánimo y confiaba que en las próximas horas abandonaría aquel antro para seguir escribiendo y divulgando su arte. Aquella larga noche, fumó varios cigarrillos y tampoco dejó de alentar a sus compañeros de celda diciéndoles que pronto recobrarían la libertad. Pero luego, cuando unos hombres armados, entraron en la celda y les avisaron que los llevarían a hacer trabajos en unas fortificaciones, tuvo un mal presagio. Era mentira, un pretexto para llevárselos a Dios sabe dónde. Por eso pidió la presencia de un cura, para hacer acto de confesión a que tenía derecho, pero nadie le hizo caso.
Lo habían sacado de su celda a empujones y metido en aquél vehículo maloliente y salpicado de sangre. Siente pena por su familia que estaría preocupada por su detención, pero él no se doblega, es fuerte y elevada su mística: “La felicidad eterna es ser poeta. El resto no tiene importancia, ni siquiera la muerte”. Siempre, hasta el final sería fiel a su destino de poeta. Aquellos mercenarios lo bajan del vehículo y lo llevan a un descampado y le disparan por la espalda mientras caminaba junto a otros presos. Y allí mismo, en una fosa del barranco de Víznar, lo entierran junto a otras víctimas anónimas del franquismo.
En la madrugada del 19 de agosto de 1936 desaparece físicamente el gran poeta, pero su espíritu perdura en la tierra, es inmortal. Hay gente que apuesta por la recuperación de la Memoria Histórica y pide la búsqueda y exhumación de los huesos de Federico García Lorca, para darle una sepultura digna y que se cumpla su deseo: “Cuando yo me muera, / enterradme con una guitarra/ bajo la arena”.
Jorge Varas
Barcelona 24 de mayo 2021
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