A consecuencia de la Segunda guerra mundial Europa quedó prácticamente destruida, con sus
ciudades más importantes como Paris y Berlín arrasadas a causa de la catástrofe bélica, y sus
habitantes afectados desde el punto de vista material y moral. Surgió entonces el anhelo de los
europeos de crear modos y condiciones necesarias para que no volvieran a repetirse las
guerras entre países hermanos. Se inician así movimientos de integración en la región,
principalmente de tipo económico y comercial, movimientos que fueron incentivados por el
deseo de los europeos de no solo recuperar el bienestar económico perdido sino también de
maximizarlo.
En 1950, por iniciativa del ministro francés Robert Schuman que propuso someter la
producción francesa y alemana de carbón y acero a una autoridad común supranacional (forma
de integración en la que los países ceden soberanía permanente) nace la CECA (Comunidad
Europea del Carbón y el Acero) conformada por los ejes fundamentales de la Europa posbélica:
Alemania, Francia, Italia y los tres países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). En
realidad el objetivo de este acuerdo de colaboración y unidad era evitar los continuos
enfrentamientos entre Alemania y Francia integrando las industrias pesadas que fomentaban la
producción de armamento.
La CECA, creada para un período de tiempo de cincuenta años, cosechó importantes
resultados en pocos años. Produjo un aumento de la productividad, fomento del empleo y los
estados miembros tuvieron una ligera expansión económica que elevó el nivel de vida de sus
ciudadanos. Y desde la órbita comercial, se fueron suprimiendo las barreras arancelarias y se
creó un arancel exterior común.
Como por entonces existía en Europa el miedo hacia la amenaza soviética, los alemanes que
prefieren rearmarse para defenderse de los soviéticos y los franceses que eran partidarios de
devolver la soberanía a Alemania mediante su vinculación a Europa, deciden crear la
Comunidad Europea de Defensa (CED). Esta organización llegó a tener poca actividad ya que
la situación en Alemania no era tan amenazadora como se creía. Y por otro los ideólogos
franceses -con Jean Monet a la cabeza- seguían pensando que lo mejor era crear los Estados
Unidos de Europa, es decir una unidad federal europea con compromisos económicos.
En 1957, por iniciativa de los franceses se crea entonces el EURATOM (Comunidad Económica
de la Energía Atómica) con el objetivo de crear un mercado común de la energía atómica,
fomentar la Investigación y el Desarrollo, promover las inversiones y mejorar el nivel de vida.
Era una buena propuesta, aunque era claro, que Europa necesitaba una unificación de
mercado, que posibilitara además la libre circulación de mercancías y factores productivos.
Persiguiendo este objetivo, en 1957, en Roma, los estados de la CECA firman el tratado de la
CEE (Comunidad Económica Europea). El nacimiento de esta organización cuyo esquema era
de corte institucional, con una Comisión, Consejo de Ministros, Parlamento y Tribunal de
Justicia, marca un hito en el proceso de integración europea.
En la década de los sesenta, con el éxito que cosecha la CEE al hacer realidad el mercado
común y la unión aduanera que elimina los aranceles para la mercadería a nivel
intracomunitario, se va consolidando la etapa de construcción europea. A partir del año 1969 se
inicia una etapa de ampliación de la Comunidad, con la entrada de Reino Unido (que hasta
entonces se había mantenido al margen de este proceso), Irlanda y Dinamarca. La entrada de
estos países posibilitó la creación de una zona de libre cambio entre la CEE y los países de la
European Free Trade Agremement (EFTA) para evitar los aranceles a los productos
industriales, y posteriormente una zona de libre comercio.
En la década de los setenta con la crisis del petróleo, la nueva propuesta de integración
económica (plan Werner) mediante la aplicación de un mecanismo de unión económica y
monetaria queda congelada. Debido al incremento de los precios de los productos energéticos, era difícil conseguir la estabilidad de los tipos de cambio así como mantener la estabilidad de
los precios de los productos en la región comunitaria. Y en un intento por resolver el problema
de la inestabilidad económica, los bancos centrales de los países miembros acordaron aplicar
el denominado Sistema Monetario Europeo donde se establecen unas bandas de oscilación de
los tipos de cambio.
En 1985 se inicia una etapa de relanzamiento y plenitud de la CEE con una gran modificación
de los tratados constituyentes gracias a Jacques Delors y el Acta Única Europea, acuerdo que
se puso en marcha el año siguiente y que además de perseguir la cooperación política europea
promovía la existencia de un mercado interior que debía funcionar como un mercado nacional
sin fronteras físicas. Se implantan además políticas de cohesión económica y social, transporte
y medio ambiente.
Con el Acta Única, al fundirse en un mismo texto jurídico los principios y objetivos de la CEE, la
CECA y el EURATOM, la Europa de los doce (ya que se habían incorporado Grecia en 1981 y
Portugal y España en 1986) superan su denominación de comunidad económica para
convertirse en una CE (Comunidad Europea) que transita hacia la integración total de sus
estados miembros. En 1989 -año de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe general del
sistema político soviético- se presenta el “informe Delors” para la creación de una UEM (Unión
Económica y Monetaria).
En 1992, como fruto de varias Conferencias Intergubernamentales, nace en Maastricht el
Tratado de la Unión Europea, basado en tres pilares fundamentales: el primero centrado en el
mercado interior, en la UEM y en defensa común, el segundo en política exterior y seguridad
común y el tercero en Cooperación en Interior y Justicia. En cuanto al ámbito institucional se
refuerza el poder legislativo del Parlamento Europeo, se institucionaliza el Tribunal de Cuentas,
se dispone la creación del Banco Central Europeo y del Sistema Europeo de Bancos centrales.
El Tratado de la Unión Europea es un buen referente en el proceso de integración europea. Sin
embargo, debido a la crisis del sistema monetario de los años 92-93, la incorporación de países
considerados pobres que necesitan ayuda urgente, la caída de la producción y el empleo
intracomunitarios, generan tensiones y dificultan temporalmente este proceso; incluso se pone
en entredicho que Europa sea capaz de llegar a crear una Unión Económica y Monetaria. En
este contexto, y sobre todo para dar respuesta a los ciudadanos que ya no creían en la
integración europea, el año 1997 los responsables europeos firma el Tratado de Ámsterdam.
En el Tratado de Ámsterdam se toma el acuerdo político de admitir a antiguos países
comunistas, y en el ámbito institucional se otorga al Consejo mayor poder de decisión por
mayoría cualificada, se amplían las competencias del Parlamento Europeo mediante la
extensión del procedimiento de codecisión y se establece la cláusula de suspensión para los
estados miembros que violen los principios de la Unión. En este Tratado se crea también la
figura de Mr. PESC (Política Exterior de Seguridad Común) que recaerá en el dirigente
socialista español Javier Solana.
La integración Europa sigue avanzando. Pero aún hace falta reforzar las políticas de lucha
contra el paro, las de cooperación social y además se requiere cambiar el marco institucional
para hacer viable la nueva ampliación. Se prevé pasar de 12 a 15 países y llegar a más de
veinte en un futuro próximo. Con este objetivo, se firma en Niza en febrero del 2001 el Tratado
de Niza, donde también se proclama la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión
Europea.
Pero Niza no satisface las necesidades de una Europa ampliada; se requieren más reformas y
por ello se da inicio a una etapa de reflexión que incluye una serie de debates sobre el presente
y el porvenir de la Unión Europea. La etapa culmina con la Declaración de Laeken y la
Convención sobre el futuro comunitario donde se establece la propuesta de una constitución
para Europa.
Los ciudadanos de varios países, entre ellos España, han dado el visto bueno en referéndum
respecto a la Constitución europea. Sin embargo, desde el año 2005 existe un entrampamiento en el proceso de integración generado por el no a la constitución por parte del pueblo francés y
holandés. Se requiere salir del atolladero a la brevedad posible para que la Unión Europea –
ahora conformada por 27 países- pueda llegar a consolidarse como tal, manteniendo ese
espíritu de comunidad que durante 50 años la ha movido hacia el futuro.