El grado de desarrollo intelectual o artístico de un país se mide a partir del conjunto de sus
bienes y valores humanos, de su riqueza cultural expresada en sus tradiciones, su música y
poesía y, entre otros, sus bailes típicos. En Perú, un país de raíz andina y pluralidad cultural
surgida del mestizaje de razas y costumbres, ha surgido la danza de La Marinera, como una
forma de expresión del pueblo, obedeciendo a razones de identidad, clima, geografía y otros
factores.
La marinera, como danza de corte eminentemente popular, surgió en la primera década del
siglo XIX en los patios de las casas de familias indias y negras, en las reuniones de artesanos y
negociantes, y en las festividades de San Juan celebradas en la concurrida Pampa de
Amancaes. Poco a poco la marinera irrumpió en la sociedad de la época y se convirtió en
danza nacional, lo que dio motivo a encendidas polémicas entre estudiosos y tratadistas que
buscaban el origen y las causas de su nacimiento. Unos decían que las raíces de la marinera
estaban en al antiguo fandango andaluz, otros decían que nació de la zamacueca y del canto
de jarana de los negros y zambos de los callejones de la ciudad colonial.
Mas fue el famoso político don Abelardo Gamarra -más conocido como El Tunante porque solía
ingresar al Congreso de la República vestido de campesino, es decir con sombrero, poncho y
ojotas, escandalizando a la conservadora sociedad limeña-, quien, a raíz de la infausta guerra
con Chile, y en atención a las hazañas marítimas del almirante Miguel Grau y su pequeño navío
el Huáscar que ponían en jaque a los chilenos, decidió llamar a esta nueva danza nacional con
el nombre de La Marinera.
La marinera, como danza, es la expresión de ágiles y comprometedores movimientos, es el
cortejo amoroso de un varón y una dama, que con coquetería, astucia e inteligencia saben
expresar su afectividad. Se interpreta inicialmente como la intención de posesión del hombre
sobre la mujer, pero culmina, después de una artística competencia corporal, en la elegante
rendición del varón. Este mensaje se desarrolla durante toda la ejecución del baile, y se auxilia
del expresivo donaire del cuerpo, el manejo del blanco pañuelo, el quita y ponte el sombrero del
galán, la pliega y levante de falda de la dama; y es animado por la música y por los que
observan la interpretación del baile.
La marinera tiene una estructura coreográfica que comienza con la espera, el paseo con
saludos, los coqueteos, las fugas con zapateos y cepillados, manteniendo su principal y básico
paso lateral, que se ejecuta como un caminar de costado arrastrando un poco el pie que
avanza delante del otro que se apoya en la parte anterior de la planta y procurando pasar el pie
del lado derecho al izquierdo. Este juego de coquetería entre la pareja, se matiza con los
rápidos contoneos, los alegres besos volados, los rítmicos acercamientos de cuerpo, los
reiterados ademanes y gestos llenos de sensualidad.
La Marinera debe bailarse con gran dignidad reflejada en el rostro, sonriendo con simpatía
cuando es necesario para animar a la pareja, hay que sentirla con intensidad en el cuerpo. La
dama, que adorna su pelo trenzado con una floreada peineta, se atreve a danzar con sus finos
pies descalzos junto a su caballero, quien, tras la última contra vuelta, se arrodilla saludándola
con su sombrero. Para culminar la danza, la pareja se queda quieta, mirándose con cariño; el
varón está cubriendo la cabeza de su compañera con el sombrero, mientras ella tiene el
pañuelo levantado por encima del hombro del varón. Este espectáculo motiva el aplauso
emocionado del público.
Existen diversas escuelas e institutos de danzas peruanas que organizan concursos de
marinera en las categorías infantiles, juveniles y mayores. Y además, esta danza folclórica
anima las fiestas de aniversario patrio y trasciende de manera importante en los grandes
eventos de tipo cultural que se realizan en diversos países a nivel internacional.