El prestigio de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA) –a la que con mucho orgullo pertenecí–, y de la que han surgido notables escritores y artistas no debe decaer. Al contrario, sus actuales integrantes deben aunar todos sus esfuerzos y proseguir con el objetivo que se marcaron sus fundadores, entre otras, las de unir a los espíritus inquietos que apuestan por la cultura como arma para el desarrollo del país. Por eso, pienso que se debe exigir al Gobierno local (al que no creo le sea difícil conceder al menos en calidad de préstamo) un espacio adecuado donde puedan volver a reunirse los poetas, los pintores, los músicos, los intelectuales y todos aquellos que aman los valores y manifestaciones espirituales del hombre y que hoy andan dispersos y se presentan aisladamente por diversos auditorios limeños.
Por la ANEA, han pasado miles de personas, tanto como asociados como invitados a participar en cursillos literarios, exposiciones pictóricas y recitales musicales. Entre los años 50 y 90 la asociación gozó de un prestigio de primera línea en el país. En sus salones se concentraban los artistas más representativos del Perú. En su auditorio se han presentado poetas y escritores renombrados como Ciro Alegría, Alejandro Romualdo, Mario Florián, entre otros. Allí robustecieron su poesía aquella generación de poetas –con los que compartí tertulias en su día– hoy agrupados en AEDOSMIL, con Angel Izquierdo, Federico Torres, Julio Aponte; allí –en la 4ta. Cuadra del jirón Puno– empezaron los recitales Viernes Literarios que dirigió el desaparecido narrador Luis Vargas Chirinos y luego el también narrador y poeta Juan Benavente, se presentaron libros de autores jóvenes y de otros de reconocida trayectoria literaria como Oswaldo Reynoso, Winston Orillo, etc.
La ANEA había conquistado un respetable espacio cultural en la bicéfala sociedad limeña; los artistas e intelectuales, siempre acorde con la idea de unión y defensa de sus derechos como autores, se daban cita allí para deleitar con sus muestras de pintura, sus partituras musicales, su poesía y narrativa. Era también una forma de lucha permanente contra la ignorancia, el oscurantismo y el escaso reconocimiento a los escritores de nuestro pueblo que se decantaban por diversas corrientes, temas y estilos literarios.
Desde mi exilio voluntario, y en condición de antiguo socio de la ANEA, apuesto pues por su resurgimiento y porque vuelva a ser el alma mater de los creadores en las diversas artes y en especial los creadores en literatura.
Barcelona, Enero del año 2007