CÉSAR VALLEJO Y EL ROMANTICISMO

 
CÉSAR VALLEJO Y EL ROMANTICISMO
 

“Siendo cada hombre el fondo mismo de la poesía, la inspiración es personal, subjetiva, porque en cada canto va ya una esperanza y una pena, ya una dicha y un desengaño, ya una sonrisa y una lágrima”…..César Vallejo

En su ensayo: “El Romanticismo en la Poesía Castellana”, el poeta peruano nos explica la génesis de la escuela romántica castellana, partiendo de las consideraciones del filósofo francés Hippolyte Taine sobre la raza, el medio y el momento como elementos fundamentales de una obra literaria.

En su primera premisa, se refiere a la raza española cuyos exponentes, tras históricos triunfos, entraron en un período de decadencia. En el siglo XVIII, la actividad social, económica y política de España sufrió un declive causado por la crisis social de la época, los acontecimientos políticos, las preocupaciones religiosas que mermaron su fuerza como nación lo que repercutió también en el aspecto cultural sobre todo en la literatura con una importante variación. Después de la alturada reflexión creativa de Calderón de la Barca y Fray Luis de León, los literatos obviaron el razonamiento y la sustituyeron por la desenfrenada fantasía, la intuición, la corazonada. El espíritu se inspiró por imágenes. Al idealismo reflexivo de Cervantes, le siguió el imaginismo ardiente de Espronceda. Tras la ruptura con pasadas formas del pensamiento, aparece una nueva corriente estética que mueve la actividad intelectual

Aflora el romanticismo en el arte que fortalece su temperamento lírico con el predominio de la fantasía que alienta una filosofía idealista, la melancolía sentimental y una fina sensibilidad. El espíritu pasional, de acometividad y arrogancia, los sentimientos de dignidad, amor y religión, el instinto delirante por la belleza de las formas y lo sonoro y grandioso, propios de los componentes de la raza latina, son  factores que sustentan la poesía romántica en lengua castellana. El medio ambiente, que le ofrece unas condiciones de territorio, clima y realidad social, influye también sobre la mente del creador, lo hace sensible a las emociones estéticas, le concede alas a su imaginación.

“Los genios de la poesía y el arte no mueven los cuerpos sino las almas, modifican las costumbres y las ideas. El genio y su medio nos ofrece tres sociedades: La sociedad real, de la que surge el genio, la sociedad ideal concebida por el genio, la sociedad que sigue al genio”, dice Vallejo.

Con su decadencia, España dejó de ser una nación influyente en el mundo y pasó a convertirse en receptora de modas, escuelas y movimientos culturales de otros países. El catolicismo, que era la base de leyes y costumbres, decayó ante la teoría del “primero pienso luego existo” de Descartes, la moral cristiana se resintió con las obras de Voltaire y Rousseau, la fe en el progreso y bienestar se rebuscó en las enciclopedias galas que proclamaban la libertad del pensamiento.

La corriente romántica surgió con la revolución filosófica del siglo XVIII, que se afanó por la modernidad, la orientación y el ideal de la civilización moderna. Resurgió la poesía al impulso del espiritualismo filosófico, la fantasía desbocada, la sutileza metafísica y teológica, el amor a la naturaleza, el afán de desvelar el misterio del mundo y la creación, la libertad en los motivos de inspiración contra el clasicismo, la primacía individual sobre la sociedad, la persecución de los ideales, la lucha de sentimientos y pasiones humanas.

El predominio de las literaturas europeas en el espíritu español es patente tras los movimientos de restauración, el ocaso del pensamiento filosófico que insufló la poesía del Siglo de Oro. De Italia: Dante y Petrarca; del Reino Unido; Shakespeare, Milton, Lord Byron y Walter Scoutt; de Alemania: Goethe y Séller; de Francia: Chénier, Chauteabriand, Lamartine, Victor Hugo, Musset y entre otros escritores los hermanos Schegel que fijaron las bases de la crítica artística contemporánea. Los literatos de aquella época que copiaban a los franceses, italianos o ingleses, dejaron de ampararse en la prosa para retomar el vuelo de sus creaciones poéticas a través del verso. La tendencia clásica y tradicional, que impedía el auge de una literatura que estuviera a la altura del espíritu del siglo, fue superada por la voluptuosa corriente del romanticismo.

Con el poeta Manuel José Quintana empieza el romanticismo. Seguidor de Píndaro, contrario a la tradición literaria. Su oda: “La imprenta” destila versos con un ensueño placentero producidos por su idealismo estético. Le sigue el vate cubano José María Heredia que entona con ritmo ágil el caudal de su vocabulario agitado por el sentir tumultuoso de la realidad social y política de su época. Es discípulo de Lord Byron caudillo del romanticismo inglés, y de Alfred de Vigny coloso del romanticismo francés de cuya obra destila el alma de Shopenhaüer.

Hay una poesía positivista, de inspiración moderna, libre, apasionada, la predilección por la metafísica hecha de positivismo forzado. La renovación del estilo y la métrica en moldes de espontaneidad. Una poesía más libre para interpretar con ella las nuevas actividades del siglo. Con nuevo estilo que es la imagen del hombre interno proyectada en el paisaje variable que motiva la inspiración.

El clasicismo hizo una lengua encogida, estratificada, casi inmóvil. El romanticismo rompió estos moldes con poetas que cantan sus ideas y sentimientos personales en los asuntos que elige como ocasiones para exteriorizar su vida íntima.

José Espronceda es el prototipo, la imagen fiel del romanticismo castellano. Le da subjetivismo artístico a la poesía, con su sentimentalismo encendido, el poder creador de su mente soñadora. Refleja la exaltación emotiva, el alocado vuelo del ideal imposible, similar a Goethe por lo que toca a la ejecución de su poema: “El diablo mundo” que representa la lucha entre lo vano y pasajero del mundo y el eterno ideal de la inmortalidad. El poeta dice: “Dicha es soñar, y el riguroso ceño/ no ver jamás de la verdad impía” Con el espiritualismo de su metafísica, su vocabulario ligero y tumultuoso renueva la métrica. Al léxico clásico le otorga movimiento y flexibilidad, y enriquece la escuela romántica con sentido objetivo y naturalista. El poeta español luchó en todos los frentes: cultural, social, político, filosófico.

Le sigue José Zorrilla exponente del lirismo romántico. Autor del popular drama teatral “Don Juan Tenorio”. Es el poeta de la naturaleza, de la musicalidad del lenguaje. En sus versos arde la fantasía de la tierra madre, la soledad de lo prístino, la tristeza espontánea del alma castellana. Se vale del diálogo para comunicar el espíritu de dramatización de su obra. Dice: “No aspiro a más laurel ni a más hazaña/ que a una sonrisa de mi dulce España”. Cultivó también la leyenda, manifestando sus narraciones con excelente prosa.

El advenimiento del romanticismo generó entusiasmo entre los escritores y artistas de Hispanoamérica. Manuel Acuña y Gutiérrez Nájera cultivaron este género estético en México al igual que Ramón de Campoamor.

En Perú floreció pronto este movimiento cultural. Felipe Pardo y Aliaga poeta romántico, con una gracia y humorismo sabroso e irónico. Pintó las costumbres peruanas exteriorizándolas en  sonetos y sabrosas letrillas.

Carlos Augusto Salaverry canta en dulce elegía el sentimentalismo romántico simbolizado en el amor hacia un ángel. Y, con su poema: “la tumba de mis ensueños”, trasunta un idealismo amoroso singular, el discernimiento profundo de la existencia humana con una anhelo de inmortalidad. Canta con ilusión y mustia melancolía: “¡Quiero un celaje, un lánguido murmullo/ un perfume, una queja, algún rumor/ que sollozando con doliente arrullo/ repita el eco de mi triste voz.”

En Arnaldo Márquez, su poesía empieza con una emoción vibrante y un concierto de palabras armónicas que se ahondan en la ejecución plena del poema. En “A solas” dice: “Mi corazón rebosa de alegría”. Y para sacudirse de la miseria humana, dice “El cielo tiene luz, la flor rocío/ y hasta las olas de los turbios males/ visten de espumas el azul salobre… Yo sólo tengo lágrimas…. ¡Soy pobre! “. Márquez canta también en delicioso panegírico el sentimentalismo romántico representado en el amor a su madre

Luis Benjamín Cisneros y José Santos Chocano también son románticos, aunque éste último sin refinamientos, ni reflexiva orientación y armonía. En el autor de “Iras Santas” la emoción de tristeza tiembla en toda su vitalidad. En cambio Cisneros sabe refrendar la inspiración y fuerza emotiva en formas pulidas y armoniosas.

Carlos Germán Amézaga es también poeta romántico, aunque hay ausencia de sentimentalismo en su poesía y aflora más su sentido filosófico. Su poema “Non plus ultra” sostiene una cadencia variada y armoniosa, la articulación sublime y pura de su pensamiento.

Vallejo consideraba el romanticismo como una corriente valiosa, con propiedades estéticas que todo artista debía conocer. En Perú, los poetas daban excesiva importancia a la imitación de autores extranjeros olvidando expresarse con la voz de nuestra raza, a partir de nuestro gusto innato y nuestras costumbres. Había que aprender de ellos, sí, para asimilar su técnica e ideas pero no ser repetitivos en su totalidad, porque una poesía copiada y sentida como un extranjero no encajaría en un medio como el nuestro. En general los estudios literarios sirven como elementos educativos y humanísticos que permiten tener una idea más clara de la vida armónica y plena del hombre. La Poesía ilustra y mueve el corazón de nuestro pueblo, es parte de su cultura y se debe difundir. Una literatura brillante siempre será digna de nuestra querida patria.

Jorge Varas
5 de marzo de 2022
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