«Cuando la Noche no es Ciudad» de Iván Blas Hervias

CUANDO LA NOCHE NO ES CIUDAD

Fascinante relato, donde el protagonista principal Jairo Martínez-Carreras se caracteriza por sus reflexivos soliloquios.

CUANDO LA NOCHE NO ES CIUDAD

Fascinante relato, donde el protagonista principal Jairo Martínez-Carreras se caracteriza por sus reflexivos soliloquios.

La acción empieza con Jairo afeitándose a la ribera del río Delmonte, mascullando peruanismos salpicados de gracia e inocencia que son oídos por Nohelia, una muchacha del pueblo de Saya que lo acompaña en su soledad y que pronto le rebela que ha sido su primera experiencia de amor. Jairo se ha cortado la cara mientras se afeitaba y al oír la confesión de quién suspira a su lado semidesnuda, le rebrota el apetito sexual  y le acaricia las caderas. Ella se resiste, aunque luego cede ante las caricias de su impetuoso amante. El instante convertido en placer, el paroxismo sensual con goce total de los sentidos no obstante es roto por aquel grito escalofriante que inunda el campo: “¡He-roí-na!” Nohelia estremecida, se desprende de Jairo, echa a correr y desaparece entre los arbustos.

Jairo vuelve a su actitud monologante. Hace continua referencia a su padre, Ruperto Martínez, un tipo autoritario cuya voz es ley en la familia y todos le obedecen sin rechistar. Es el prototipo del hombre machista, que espera que su único vástago  realice actividades que él considera de machos, por eso le prohibió el piano y la guitarra y en cambio lo matriculó en una escuela de fútbol para que aprendiera a pegarle al balón con vigor y a costa de raspones y sudores extenuantes. Después le insinúo que debía ser un hombrecito cariñoso con sus primas Paula, Selva y Fabiola. ¿Qué había querido decirle este hombre falto de valores? Jairo harto de la imposición y mala orientación paterna, en un gesto de rebeldía, le insinúo a la vez a su progenitor si podría ser cariñoso y tratar a sus secretarias como si fueran sus primas. Por este comentario su padre le había cogido antipatía, retirado la confianza y expulsado de casa.

Jairo vive desterrado en Saya, pequeña localidad erigida en la falda de cerros perdidos entre la Sierra y la Costa del Perú. Se hospeda en la casa de sus abuelos. Antonia, su Mae es una mujercita casera, siempre pendiente de la familia. Sebastián, su Pae, un hombre viejo y sabio, un antiguo rebelde sin partido, amigo de guerrilleros, un idealista soñador, hoy convertido en patriarca de aquel pueblito, donde escasean el lujo y la comodidad  de hoteles con estrellas y restaurantes con terrazas y parkings. Solo destaca el restaurante-cantina-hostal adonde llegan parroquianos y viajeros algunos para cortejar  a Camelia, la atractiva camarera que atiende el negocio con la orientación de su severa madre Rufina y su padre Leoncio. Saya, a donde los ómnibus interprovinciales llegan cada 35 días y uno debe acostumbrarse a esperar una eternidad para salir a ver el  mundo.

Jairo está encantado con su abuelitos y se siente  bien en esta tierra de cielos estrellados, de soles perpetuados en el tiempo, de lluvias frescas y melodiosas, de nubes danzarinas entre cumbres asimétricas, con gritos telúricos que espantan y mueven a santiguarse a quienes los oyen, con sus secretos de Puente Viejo, sus apostadores de peleas de gallos y sus muertos repentinos, como el del camionero Demetrio. El joven limeño ha aprendido a querer a este pueblo de Dios al que se llega pasando por piedras trituradas o pedregales, que carece de luz eléctrica, enseñanza secundaria y otros servicios comunales, con su gente sencilla y campechana, que hereda y transmite a sus descendientes acentos, costumbres y creencias típicas de una región provinciana.

Es durante la fiesta del patrón San Francisco de las Aguas, que Jairo en medio de la celebración, tras libar licor con sus amigos Mauro, José y Raúl, se reencuentra con Nohelia, la chica de aquel atardecer en el meandro, que huyó de entre sus brazos rompiendo sus sueños de amador principesco, al oír aquel grito que remeció la comarca espantando a todo ser viviente. Nohelia la musa de su microcosmos aldeano, su amor platónico se ha materializado y busca su calor en esa noche de delirio que nunca será ciudad, aunque sí éxtasis, cielo y paraíso.

En la tibieza de un lecho de paja, volvieron a amarse, con toda la fuerza de la pasión juvenil. Se amaron tanto, que hicieron brotar el fruto de ese temprano amor con el imprevisto embarazado de Nohelia. Jairo que estaba a punto de volver a Lima, encara su realidad con valentía. Decide quedarse en el pueblo junto a la mujer que ama y que pronto lo convertirá en padre. A los dieciocho años, ha asumido su mayor responsabilidad como ser humano, a pesar del desacuerdo de sus padres que terminan peleándose por lo que le está pasando al hijo predilecto. Su madre Margot culpa de todo al marido y comienza a rechazarlo quedándose sola con Andrea la hermana menor de Jairo.

En las postrimerías de la novela se resuelve también el misterio de la voz gutural. Es la del viejo Horacio Fonte, que ha decido vivir como un lobo solitario bajo el Puente viejo, junto a Heroína su perra de raza siberiana, a la que deja suelta durante el día y  que al anochecer acostumbra llamarla con su voz cascada que al ser repetido por el eco de las montañas causaba pavor a los habitantes de Saya.

 

IVÁN BLAS HERVIAS Y SU NOVELA

Iván Blas Hervias es un escritor excepcional, con vibrantes pinceladas nos desvela retazos de ese Perú que aún está por descubrirse. Con mordaz ironía caricaturiza la hipocresía social, las tradiciones y costumbres antagónicas que vician los valores de la sociedad actual. A través de su personaje central retrotrae objetivamente el tiempo y lo enlaza a su mundo introspectivo. Jairo Martinez-Carreras evoca con lisura las vicisitudes hogareñas, las desavenencias con su imperioso padre, sus propias vivencias personales.

Es un fino hurón de su núcleo interior del que fluye la relación con la familia. Con sus artísticos monólogos reconstruye su propia existencia. Nos muestra una diversidad de imágenes que mantenía escondidas en su memoria. Lo hace amparándose en la realidad de las formas y con agudo ingenio.

“Cuando la noche no es ciudad”, aunque sí éxtasis, cielo y paraíso. Lo descubre Jairo, mientras ama a Nohelia, la musa de su microcosmos aldeano. La ama con tanta pasión que pronto hace brotar en ella el fruto de su temprano amor. A los dieciocho años Jairo asume su mayor responsabilidad humana y decide quedarse en Saya junto a la mujer que pronto lo convertirá en padre.

Una deliciosa historia juvenil, que tiene como escenario este pueblo de cielos estrellados, nubes danzarinas y soles perpetuados en el tiempo, donde además del desenlace amoroso de Jairo y Nohelia se resuelve el misterio de la voz gutural que erizaba la piel. Es la voz de Horacio Fonte llamando a Heroína, su perra, para que lo acompañe en su  morada de bajo el Puente Viejo de Saya.

En la novela de Iván Blas, los recuerdos y las vivencias se fusionan a otras diversas sensaciones y laten al unísono en un escenario mágico donde al final triunfan el amor y la felicidad.

Esta obra, por su contenido y la riqueza de estilo del autor, está llamada a trascender en la literatura peruana.

Jorge Varas

Barcelona, 17 noviembre 2014