HONORABLE JAVIER DIEZ CANSECO

HONORABLE  JAVIER DIEZ CANSECO

HONORABLE  JAVIER DIEZ CANSECO

Ha fallecido, a los 65 años, el hombre que nunca dejó de ser fiel a su ideología política, que en vida luchó con todas su fuerzas contra las injusticias cometidas por las patronales a los obreros explotados, contra los abusos de los municipales a los trabajadores ambulantes, contra la discriminación de los grupos de poder económico-político hacia la población menos favorecida de la sociedad. Con su voz inquebrantable, y su accionar, de compromiso social, defendió a los más indefensos, a los  empleados de todos los sectores productivos, a los emigrados de las provincias que luchaban por una vida mejor en las añejas barriadas y las nacientes comunidades urbanas limeñas.

De muy joven adquirió un compromiso de honor con el pueblo. En los años 70 se vinculó a los movimientos populares, rebelándose contra la inoperante estructura del sistema capitalista, contra las taras de un pasado histórico vergonzoso. Hizo suya la lucha de las organizaciones vecinales en pro de la supervivencia, para hacer frente a la crisis económica lacerante que asolaba el país, se afanó en la defensa de la soberanía  nacional ante el embate de las fuerzas pro-imperialistas. Apoyó además la lucha de los campesinos contra los rezagos del latifundio, la causa de los mineros explotados por los jerarcas de las transnacionales que operan en Perú, la lucha de los sectores obreros por sus reivindicaciones salariales y sus derechos como trabajadores frente a patronales ligadas a la burguesía central.

Luchador social nato y político incansable, apostaba además por la eliminación de la corrupción en la clase política. En 1978 formó parte de la Asamblea Constituyente, que elaboró una nueva Carta Magna y reformó la Constitución Política aprobada en 1933. Entró en vigor un nuevo marco de actuación constitucional, con normas más transparentes y democráticas.

En 1980, como dirigente de la Unión Democrática Popular UDP integró el bloque de Izquierda Unida, que jugó un papel fundamental como vertiente ideológica matriz, significó el reinicio del pensamiento socialista y la acción por el gran cambio. Javier, con su honestidad y consecuencia pugnó por la unión de los izquierdistas. A pesar de su deslinde con la facción No-partidarizada de Alfonso Barrantes, con el Partido Comunista de Jorge del Prado, el Frente Obrero Campesino Estudiantil FOCEP de Genaro Ledesma y otras alas de la Izquierda política, instaba a todos ellos, trotskistas, marxistas y comunistas, para unir fuerza y pensamiento y consolidar la gran Izquierda democrática peruana. Una propuesta noble, que fusionara las vertientes ideológicas socialistas y la movilizara en unidad, ineludible alternativa, para objetivar una nueva forma de gobierno, con bases económicas, sociales y culturales más acordes con la realidad de nuestro país.

Seguidor acérrimo de José Carlos Mariátegui, proclamó sin tapujos las enseñanzas del Amauta. Lo hizo manteniendo su fé en una revolución social a partir del trabajo y la lucha por la vida. Anhelaba la creación de un Perú Nuevo, más digno y equitativo, donde no cupieran la bárbara desigualdad económica y social, la discriminación por motivos raciales, de minusvalías o de procedencia, un Perú donde todos fuéramos tratados por igual, con las mismas oportunidades de encontrar trabajo, tener un techo digno y una alimentación adecuada sobre todos para los niños, donde todo el pueblo en general, tuviera garantizados, de manera constitucional, sus derechos fundamentales a la salud, la enseñanza y la propia vida.

Por eso fundó el Partido Unificado, Mariateguista PUM, en 1983. Con el lema: “sangre y corazón por la revolución” dirigió su línea doctrinal a vastos sectores de la población  para motivarlos a integrarse en un gran movimiento social que fuera capaz de asumir poder y reemplazar las decadentes estructuras de la vieja sociedad por una nueva con bases más sólidas, orientadas al bienestar de los ciudadanos. Javier siempre creyó en el mito creador  de Mariátegui, en la fertilidad del proyecto socialista y mucho más cuando el país era azotado por el terrorismo senderista y los derechos de sus ciudadanos vapuleados por un presidente autoritario. Se reafirmó en su línea de que el Socialismo era el instrumento de realización histórica que debían utilizar todos los peruanos con ideas de progreso y un futuro mejor para sus familias.

Javier refundó el Partido Socialista peruano, el año 2005, con un programa político actualizado, que consideraba la propuesta de una sociedad sin clases sociales, la elección de sus dirigentes en democracia participativa, la nacionalización de los recursos naturales para que éstos fueran repartidos a todos por igual, mediante una amplia vía política hacia el socialismo, como un proceso que debía construirse desde las bases, con la participación de los movimientos obreros, campesinos, estudiantiles, ecologistas, de homosexuales y lesbianas, de cristianos progresistas, de todos los sectores organizados del pueblo, ya fueren impulsados por gremios con trayectoria como la Central General de Trabajadores del Perú, la Confederación Campesina, los Sindicatos de Trabajadores de la Educación y otros entes de lucha, como los impulsados por asociaciones de vecinos, de trabajadores ambulantes, de empleados particulares y del propio Estado.

Era un político de reconocida trayectoria, con una poderosa dialéctica que convencía a cualquier auditorio, a doctores, periodistas, dirigentes barriales, y sobre todo a los jóvenes militantes de su partido que le escuchan con atención hablar de mariateguismo, doctrina que no es, como algunos creen, una desviación del pensamiento socialista, sino al contrario, es una identificación de ella, a través de las ideas de Mariátegui, es la fuerza espiritual que convoca e integra a los izquierdistas para seguir un modelo de acción política a partir del conocimiento de nuestra realidad y hacia la consecución del  Estado socialista.

Era un excelente compañero de lucha. Siempre empeñoso, ultimaba detalles de alguna multitudinaria manifestación callejera. Y cuando atisbaba organizaciones en protesta, con su andar dificultoso pero con gesto convincente, se acercaba a sus dirigentes y los acompañaba a hablar con las autoridades locales. Así era Javier; siempre dispuesto a defender a los afectados por leyes emanadas de gobernantes que viven de espaldas a la realidad, dispuesto a abogar por los desprotegidos, los desvalidos físicos. Era el amigo de todos, el que a un simple conjuro se aparecía ahí donde había conflicto social con la sola intención de solucionarlo.

Era un hombre honesto e incorruptible. ¡Cómo no reconocer la infinita generosidad de su persona! Poseía el don de la modestia y la sinceridad, y por estas cualidades hacía amigos con facilidad. Lo recuerdo en una marcha, de los pequeños comerciantes de San Martín de Porres que protestaban contra el alza excesiva del impuesto por la ocupación de la vía pública. Javier, serio e impertérrito, tras abandonar su curul de congresista, vino al mercado, se unió a los dirigentes  y, con su andar dificultoso pero con gesto convincente los acompañó hasta la Municipalidad a hablar con el alcalde.

En la historia de la política peruana, no hay ejemplo de moral revolucionaria más alto que el de Javier. Después de Mariátegui es la figura estelar del Socialismo en el Perú, por su desinteresada entrega al servicio de los pobres; hasta en el Congreso de la República, durante sus años de legislador, defendió con pasión los derechos de aquellos que no tienen nombre ni voz en la historia. Y aunque en el Hemiciclo, en medio de legisladores conservadores y neo-liberales recalcitrantes, su palabra fuera como la de Jesucristo proclamando en el desierto, nunca se cansó de batallar por la aprobación de aquellas mociones que él consideraba justas y necesarias ya que emanaban de los sectores populares.

Era muy querido y respetado por todos. Tenía una actuación excepcional entre congresistas trasnochados que no defendían a nadie o que apoyaban las propuestas venidas de los grupos de poder económico. En el Congreso era temido por los representantes de la Derecha, los fujimoristas, los apristas, y hasta por la gente de Ollanta Humala. Se había distanciado de los nacionalistas que en vez de afianzarse en su línea ideológica han retrocedido hasta una posición conservadora, la más conveniente a los intereses de los que todo lo compran con influencia y dinero. Sus enemigos políticos buscaban el menor pretexto para hacerle suspender de sus funciones. Y lo consiguieron, achacándole una supuesta trama de corrupción. ¡Como si él no se hubiera pasado tantos años combatiéndola! Los grandilocuentes diputados y senadores del actual Congreso vetaron al gran líder de la Izquierda peruana que los importunaba. No podían encontrar peor manera de acallarlo.

Javier, el gran maestro, compañero y amigo, fue velado en la casona de San Marcos y enterrado en olor de multitud el 7 de mayo del 2013. Y aunque no recibió el honor de la Casa Congresal donde trabajó durante 30 años, el pueblo sí le rindió homenaje, entre aplausos y vítores de reconocimiento a su incomparable labor, en la Plaza Bolívar y en la sede del Partido Socialista. Miles de personas lo acompañaron hasta su última morada. El pueblo llano, compuesto por trabajadores por cuyos intereses luchó con denuedo hasta su muerte le hizo justicia y lo honró como a un verdadero Padre de la Patria.

Honorable Javier Diez Canseco Cisneros, fue un privilegio el conocerte y haber compartido contigo pocas pero intensas jornadas de lucha en el seno de nuestro pueblo. Solo decirte, inolvidable amigo, que tu esfuerzo no ha sido en vano. Supiste enmendar la dirección del Socialismo peruano. Y de las nuevas generaciones de políticos de Izquierda habrá muchos que recogerán tu legado y pondrán rumbo a la cristalización del Perú Socialista, el gran sueño de tu vida.

Jorge Varas

Barcelona 25 de Mayo 2013