ANTÓN CHÉJOV

 

EL REALISMO INTROSPECTIVO DE ANTÓN CHÉJOV 

 

 

EL REALISMO INTROSPECTIVO DE ANTÓN CHÉJOV 

 

Antón Páviovich Chéjov nació en 1860,  en Taganrog, pequeño puerto ruso. Su padre, un pequeño tendero que se iría a la ruina, y su abuelo un siervo de la gleba que, tras el decreto de emancipación de los siervos promulgado por el Zar, consiguió comprar su libertad. El pequeño Antón vivió en medio de estrechez económica, situación empeorada con la manifestación de la tuberculosis que empezó a minar su cuerpo a temprana edad.

Estudió en su ciudad natal. En la escuela superior fue cuidador de los estudiantes más atrasados mientras realizaba trabajos diversos para ganarse el sustento. La pobreza, el agobiante trabajo y la deficiente alimentación deterioraron su salud, aunque no su ánimo ni su deseo de superación. El joven Chéjov, nieto de siervos, dependiente de comercio, acostumbrado a respetar y aceptar sin preguntas las ideas de los demás y a expresar su gratitud a quien le tendía la mano para darle un bocado, un joven que en la estricta disciplina doméstica había sido azotado por la mínima falta, que iba de prisa y descalzo a dar lecciones a quienes lo necesitaban, un joven –aún en formación-que contagiado por la hipocresía y la miseria moral de la sociedad en que vive, no tenía otra opción que adular a los importantes, a comportarse de modo hipócrita ante Dios y el Hombre, sin la más leve justificación, puesto que era consciente de su propia indignidad, aunque ese joven, descendiente de esclavos, estudiaba con ahínco, se superaba a sí mimo hasta descubrir un día que la sangre que corría por sus venas no era sangre de esclavo sino sangre de verdad.

El joven Antón, super activo y dotado de mente lúcida se hizo merecedor a una beca del municipio de Tangarog y marchó a Moscú, en 1879, donde empezó a estudiar medicina en la Universidad. El aplicado universitario, para ganarse algunos rublos, escribía parodias e historietas cómicas para las revistas de humor. Tras cinco años de estudios mezclados con numerosos menesteres laborales y literarios, se tituló de doctor y empezó a ejercer esa profesión tanto para ayudarse a sí mismo como a su amplia familia compuesta por hermanos alcohólicos y tuberculosos como él.

En 1884 publicó, con su propio dinero, “Los cuentos de Melpómene”, su primera colección de narraciones cortas. Mientras ejercía de médico se daba tiempo para escribir con devota pasión. En ocho años produjo centenares de relatos. En 1886 publicó su libro: “Cuentos de varios colores” En 1888 con la publicación de  “La Estepa”, donde narra las andanzas de un escolar por las provincias meridionales, y del relato “Una Historia aburrida” (1889) donde describe la vida de un viejo profesor de medicina, profesión que ejerció esporádicamente el propio Chéjov, inicia una nueva etapa en su desarrollo literario.

Chéjov retrata la sociedad rusa, a través de seres extravagantes que hablan con ironía y expresan compasión por la existencia insípida y carente de espiritualidad, la penosa soledad, la alineación de las gentes vulgares y el tedio de la trivialidad ambiente. Su realismo introspectvo, reverberante de la época en que vivió, mantiene vigencia. Los Zares distan poco de los Reyes, renombradas figuras cortesanas, que viven en la opulencia, en palacios con sirvientes y vehículos a plena disposición, pléyade aristocrática que por descender de monarcas ya tiene ganada esa prerrogativa desde el momento de nacer, la llamada gente de sangre azul, mientras los trabajadores, obreros o empleados de todos los sectores productivos, deben trabajar para ganarse el pan, con trabajos precarios y sueldos miserables, así sobreviven, al borde o sumidos en pobreza, con problemas sobre todo surgidos de la precariedad económica que les causa angustia ya que pronto agotan lo mínimo de que disponen y les hace falta dinero para llegar a fin de mes.

Chéjov con su estilo sutil domina el escenario que va retratando, condiciona el argumento de un relato a la propia dimensión lírica y humorística de sus personajes a los que va desvelando con perspicaces pinceladas y sin dejar de enfatizar los detalles. Sus comedias “El oso”, “La oferta”, “Ivanov” (1987), “La Gaviota” (1896), “Tio Vania” (1899), “Las tres hermanas” (1901), “El Jardín de los cerezos” (1904), fueron interpretadas con éxito por el Teatro de Arte de Moscú. Su obra teatral y narrativa obtuvo amplio y merecido reconocimiento y alcanzó popularidad tanto en su país como en el extranjero. Chéjov es un icono de la escuela realista rusa, un maestro consumado en el arte de caricaturizar la imperfección, el lacónico inmovilismo, la absorbente rutina, la hipocresía, y otros fatuos valores que viciaban  la sociedad de su tiempo.

Chéjov vivió entregado a la creación  literatura, pasión que compartía con su amigo Máximo Gorki, a quien apoyó cuando el Zar Nicolás II prohibió su elección como miembro de la Academia. Chéjov renunció a ser miembro de una Entidad manipulada desde arriba  de acuerdo a intereses políticos. En 1901 se unió a matrimonio con Olga Knipper, una actriz que interpretaba con talento los papeles femeninos de sus comedias. La felicidad familiar, no obstante, se vio truncada por su resquebrajada salud que le obligaba a pasar largas temporadas en centros de reposo en Crimea y Europa.

Por desgracia, la tuberculosis minó la salud del escritor, que falleció prematuramente en la localidad de Badenweiler, en 1904.  Tenía  44 años y estaba en la cúspide de su fama.

 

LA HISTORIA DE MI  VIDA

Antón Chéjov escribió “La Historia de mi vida”, donde el protagonista principal es Misael Polosnev, un joven en conflicto con la sociedad en que vive. No entiende el modo de actuar y sentir de los privilegiados, de los que moran en palacetes, se visten y comen bien y su arrogancia les induce a mostrar una altivez casi desdeñosa con los necesitados. Misael, por su modo de pensar choca con su propio padre, un arquitecto conservador, cuyas máximas divisas son el honor y la dignidad familiar, que finalmente lo rechaza y deshereda porque considera indignante que su hijo, tras independizarse, se convierta en trabajador obrero, que pase hambres y habite en una pocilga empobrecida. Para Misael, en una sociedad en progreso, el trabajo de un obrero que cada día produce con su esfuerzo, es mucho más digno y útil que el vivir del cuento de un Duque sinvergüenza por ejemplo, que no produce nada y vive con dinero extraído de arcas ajenas o a expensas de los demás.

En su nueva morada, perdida en los barrios pobres de la ciudad, Misael recibe las esporádicas visitas de su hermana Cleopatra, que se mantiene ligada a las ideas del padre. Es una mujer sin libertad, que obedece a ciegas al padre mandón. Misael, a pesar de su indigencia material, siente compasión por su hermana infeliz, y le agradece por venir a verle.

No obstante sus criterios, Misael se relaciona con gente de la aristocracia. De sus tertulias con gente de esta clase, entabla amistad con María Victorovna, mujer privilegiada por la fortuna que lo busca para escapar del aburrimiento, para pasarla bien charlando con el amigo obrero, con quien sueña despierta hilvanando ideas e imágenes fantásticas. Por fin, Misael sintiéndose enamorado, se une a ella en matrimonio y ambos se van a vivir a Dubechnia, en una casa de campo perteneciente a la flamante esposa. Pero la vida rural le será más dura que la urbana. Los mujiks o campesinos son gente inmersa en un mundo insólito, donde escasea la cultura, predomina la suciedad y la adicción al vodka, beben por costumbre más que para olvidar sus penurias, y esta forma de vivir es difícil  de entender. Aunque Misael cree que los campesinos, a pesar de su incultura, aspiran a construir un mundo más justo para todos. Por eso se identifica y convive con ellos, en un escaso y empobrecido ámbito que él y su mujer, están dispuesto a mejorar. Con ese afán empezarán la construcción de una escuela, labor que será penosa y difícil por la incomprensión de los campesinos y las inclemencias de la naturaleza.

Los menesteres y preocupaciones de la vida campestre obligan a Misael a interrumpir los deliciosos instantes románticos que suele disfrutar con su mujer y además cortar los diálogos trascendentales con el erudito doctor Bagovo, amigo de la pareja que consideraba grosero el trabajo campestre. Decía que es indigno de un hombre libre labrar, segar, cuidar el ganado. Pero el introvertido Misael no comparte las alturadas ideas del doctor. Para él no deja de ser digno ni pierde libertad un hombre, cual sea su condición, que trabaja a brazo partido en el campo para ganarse el pan.

Misael redime a los campesino a los ojos del mundo, a pesar de sus defectos y la cortedad mental en que viven, ellos quieren mejorar el mundo, todo lo contrario a los privilegiados que no quieren cambios, están conformes con lo que tienen y prefieren conservar su mundo plagado de lacónico aburrimiento  y frivolidad.

La azarosa vida campestre agota las energías físicas y el entusiasmo de su bella mujer cuyo carácter empieza a cambiar, ya no es la misma de antes, se reserva sus pensamientos, ya no ríe ni muestra interés por lo que le rodea, se muestra indiferente al marido. Su querida Macha finalmente lo abandona, se va a Petersburgo de donde le envía una carta confesándole su error cometido al haberse casado con él, le pide disculpas y entre otras sentidas palabras el divorcio. Misael lee la misiva de Macha con un dolor intenso en el alma, porque la amaba. Sumido en honda tristeza acepta el final inevitable y consiente en divorciarse de ella, darle la libertad para que pueda retomar su viva cómoda, de viajes y pasatiempos superfluos. Macha se va a Estados unidos persiguiendo sueños artísticos, mientras Misael se queda solo, con el doloroso recuerdo de un amor que la abrupta realidad social terminó de liquidar.

Misael, poco a poco, consigue mitigar la pena de su corazón. Retoma su vida obrera, trabaja con ahínco y pronto se convierte en contratista. Comparte piso con su hermana que ha conseguido emanciparse del padre para hacer su propia vida, sobre todo dar rienda suelta a su desbordante pasión por el doctor Bagovo, de quien pronto sale embarazada. Misael y su hermana afrontan una vida modesta compartiendo alegría e ilusión por el porvenir. Un día, Misael se entera por boca de Cleopatra que la hermana del doctor, Ana Baglovo está enamorada de él. La noticia aligera los latidos de su corazón. Sí, la conocía desde hacía tiempo; la linda y recatada Anita, la que se turbaba ante su presencia, la que en secreto le enviaba alimentos para que no pasara hambre, la misma que le ayudó a conseguir trabajo de pintor en  casa de la familia Achoguin, en el bulevard de los ricos, más exactamente la calle de la Nobleza, por donde también se ubica la casa de su padre, cascarrabias autoritario, que se había quedado sin hijos con la sola compañía de la nodriza Karpovna. “Ana…”su nombre retumba en lo profundo de su corazón y piensa que habrá estado ciego para no darse cuenta, y que era un tonto por no haberla amado como ella se merecía.

En este entresijo sentimental se encontraba cuando sufre la pérdida de su hermana, que a causa de la salud debilitada no puede resistir a las complicaciones del parto y fallece tras alumbrar a una niña rolliza, la que viene a ocasionar un infinito consuelo en el compungido Misael. Su sobrinita, diminuta y tierna, le despertaba un sentimiento paternal. Pensó que ahora él tenía motivos suficientes para vivir, personas por quién luchar. La fuerza del amor se encargaría de lo demás. En el cementerio, a donde acudía los días de fiesta, para contemplar la tumba de su hermana, y para decirle a la niña donde estaba enterrada su madre, solía encontrarse con Ana Baglovo. La saludaba con recatada alegría, y mientras permanecían junto a la tumba hablaban de la difunta Cleopatra, de la huerfanita, de la dureza de la vida. Después salían juntos del camposanto, llevando cada uno de la mano a la pequeña; por momentos se detenían para hacer mimos a quien en su inocencia supondría que iba con sus padres. Cuando entraban en la ciudad, en algún punto callejero, Misael se detenía ante el gesto turbado de quien tras besar a la niña en son de despedida le estrechaba la mano con emoción y se separaba de él suspirando y diciéndole algo con una tierna mirada. Misael suponía que nadie, al verla caminar, tan severa y reservada, creería que hace un instante ella iba a su lado charlando con él y acariciando con él a su pequeña sobrina.