BÉCQUER: EL COLOSO DE LA LÍRICA MODERNA
“…Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”
Gustavo Adolfo Bécquer nace el 17 de febrero de 1836, en Sevilla “ciudad donde he nacido y que tan viva guardé siempre la memoria”, dirá el poeta. Pierde a su madre a los 10 años y es acogido por su madrina Manuela Monnehay. Aunque no deja de sentirse desamparado: “Yo era huérfano y pobre… ¡El mundo estaba desierto para mí!”. De temperamento soñador; su soledad e insatisfacción con la vida lo recluyen en la lectura de Virgilio, Garcilaso y otros clásicos de la literatura y pronto montado en rebeldía contra el mundo superfluo e imperfecto que le rodea se inclina hacia lo fantástico, lo sobrenatural y misterioso. Escribe poemas y relatos de ficción donde prima su yo personal, describe paisajes naturales con espíritu, la pureza de su pueblo y sus costumbres esenciales.
En 1854, con varios originales bajo el brazo, se va a Madrid dispuesto a vivir como escritor. Toca puertas de redacciones periodísticas y casas editoriales. Hace amigos dramaturgos y consigue representar algunas de sus obras en el teatro. Al mismo tiempo hace periodismo. Empieza a publicar en 1858, en pleno auge del romanticismo, en periódicos y revistas. Publica: “La Corona poética en honor de Quintana”, “Esmeralda”, “La novia y el pantalón”, “La venta encantada”, “Las distracciones”, La cruz del valle”, y otras obras que firma con seudónimos: Adolfo García o Adolfo Rodríguez. El poeta dirá: “Yo, que, aún cuando en esta senda me han antecedido muchos escritores de primer orden, no creo que es la que conduce a la inmortalidad, al poner pie en ella, tuve rubor y me tapé la cara”.
Se mueve también en el mundillo de las tertulias literarias y políticas madrileñas. Gracias a sus amistades políticas ocupa un cargo temporal de censor oficial de novelas. Sigue ejerciendo el periodismo. En 1860 funda El Contemporáneo, periódico del que dice: “Como lo he visto nacer, como desde que vino al mundo he vivido con su vida febril y apasionada, El Contemporáneo, no es para mí un papel como otro cualquiera, sino que sus columnas son ustedes todos, mis amigos, mis compañeros de enseñanzas y desengaños, de reveses o de triunfos, de satisfacciones o de amarguras. Recuerdo el incesante golpear y crujir de la máquina, el afán de las últimas horas de Redacción, las veces que nos ha sorprendido el día corrigiendo un artículo o escribiendo una noticia última”.
En 1861 se casa con Casta Esteban con la que tendrá dos hijos: Gustavo y Jorge. Su matrimonio con Casta, dura hasta 1868. El poeta dice: “Dime mujer: cuando el amor se olvida/ ¿Sabes tú adónde va?” Y, también: “Oigo flotando en olas de armonía/ rumor de besos y batir de alas/ mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?/ ¿Dime?.. ¡Silencio!… ¡Es el amor que pasa!” Bécquer tuvo otros amores en su vida, como la cantante de ópera Julia Espin una de sus musas, amores reales porque la mujer soñada – él lo sabe–, es sólo un ideal. Y porque así lo siente, resalta el amor y mitifica a la mujer en su poesía: “¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía…eres tú”. A ellas se dirige en: “Cartas literarias a una mujer”.
Vive un tiempo en Toledo, con su familia y la de su hermano el pintor Valeriano Bécquer, aunque por motivos económicos vuelve a la capital y dirige “La Ilustración de Madrid” En octubre de 1868 salen a luz sus Rimas un verdadero acontecimiento literario que sería mejor comprendido en el futuro. Con sus Rimas, moderniza la poesía lírica española.
Se le considera el poeta del amor, y versifica: “Volverán las oscuras golondrinas/ en tu balcón sus nidos a colgar/ y otra vez con el ala a sus cristales/ jugando llamarán/ Pero aquellas que el vuelo refrenaban/ tu hermosura y mi dicha a contemplar/ aquéllas que aprendieron nuestros nombres…/ésas… ¡no volverán!…” Pero también le canta a la muerte buscando refugiarse del sufrimiento que le produce su enfermedad. En “Cartas desde mi celda” dice:”Antes que tú me moriré escondido/ en las entrañas ya/ el hierro llevo con que entró tu mano/ la ancha herida mortal”.
Su salud empeora a causa de la tuberculosis y escribe el prefacio de su muerte: “dormir el sueño de oro de la inmortalidad, a la orilla del Betis, al que yo habría cantado en odas magníficas, y en aquel mismo punto adonde iba tantas veces a oír el suave murmullo de sus ondas. Una piedra blanca con una cruz y mi nombre serían todo el monumento.” Y, llega a predecir también su gloria literaria: “Tengo el presentimiento que muerto seré más y mejor leído que vivo.”
Bécquer es también un extraordinario narrador. De su obra en prosa destacan: “El Miserere”, El caudillo de las manos rojas”, La cruz del diablo”(1860), “El Monte de las ánimas”(1861), “El rayo de Luna”(1862), “La promesa”, “El Gnomo”, “Los ojos verdes”, “La corza blanca”, “La ajorca de oro”(1861), “El beso”, “La rosa de pasión”, “Maese Pérez el organista”, “La venta de los gatos”. Con sus Leyendas, género que lleva a la perfección estética, renueva asimismo la narrativa española del siglo XIX
El poeta fallece el 22 de diciembre de 1870, tras pronunciar sus últimas palabras: “todo mortal”. Su amigo el pintor Casado del Alisal publica sus obras y Bécquer adquiere fama universal. Se le erige un monumento en Sevilla. El conjunto de su obra contiene un alto valor literario, signo de su pluma desgarrada y anti-retórica, costumbrista y romántica que alentó la inspiración y una sensibilidad exquisita. Es un clásico puro y esencial, inmenso y emotivo, el gran lírico de la poesía española, creador de versos musicales de belleza perfecta, una presencia viva en la Historia de la Literatura.
Jorge Varas
Barcelona 21 mayo 2021