CIRO ALEGRIA

CIRO ALEGRÍA BAZÁN

CIRO ALEGRÍA BAZÁN

Ciro Alegría Bazán, nació el 4 noviembre de 1909 en la hacienda Quilca, propiedad de su familia, en el distrito de Sartimbamba, departamento de La libertad. Sus padres fueron José Eliseo Alegría Lynch y Maria Herminia Bazán Lynch. Su infancia transcurrió entre la hacienda Quilca y Marcabal Grande relacionándose con familias indias, lo que le permitió captar sus costumbres y formas de vivir. A los 5 años su familia lo envió a estudiar a Trujillo. Estudió la Primaria en el colegio nacional de San Juan, donde tuvo como profesor al poeta César Vallejo. “Has contado bien” Le felicitó una vez el profesor por un corto relato suyo. Esto le hizo sentirse bien y sería un aliciente en su futura labor de escritor. Vallejo apreciaba la capacidad de narrar de su joven alumno. Y Ciro a su vez admiraba a este profesor de mirada triste y lejana que ya tenía fama de poeta.

Pronto sintió el cosquilleo de las musas de la creación literaria. Y a los 15 años empezó a escribir relatos y poemas. Su pluma se inclinaba automáticamente hacia la interpretación del mundo indígena. Llevaba impregnado en el alma ese sufrimiento que había percibido en la gente de la Sierra con la que compartió labores agrícolas, esa humillación soportada por los campesinos que sobrevivían a costa de ser explotados por sus patrones, en un medio hostil y miserable donde tampoco se conocían los valores de la libertad y la justicia.

Ciro avizoró pronto su ideal y decidió dedicarse a la literatura. Por desgracia, perdió a su madre, a los 17 años, lo que le causo una pena tan honda que lo acompañaría siempre. Tras la muerte de su madre, decidió irse a Lima a triunfar como escritor. Durante el día leía en la Biblioteca Nacional todo tipo de obras literarias. Los “Cuentos Andinos” de Enrique López Albújar lo motivaron aún más para dedicarse a la literatura. En 1928, de vuelta en Trujillo se integró al periódico “El Norte” que dirigía Antenor Orrego. Se unió a la “Bohemia Trujillana” grupo formado por intelectuales. En 1930 empezó a estudiar Letras en la Universidad de Trujillo.

El joven universitario, persiguiendo ideales sociales y humanos, se metió en Política. Fue discípulo de Haya de la Torre. Participó en la revolución de 1932 contra el presidente Luis Sánchez Cerro. Por sus actividades políticas fue encarcelado. En 1934 fue deportado a Chile. Le sucedió como a otros intelectuales que sufrieron el presidio o la deportación de manera injusta. Tuvo que soportar malnutrición, humillaciones y torturas. Era la forma empleada por los gobiernos oligárquicos y sus afines políticos para deshacerse de las mentes más lúcidas del país que valoraban las luchas emergentes de una población que anhelaba mejorar sus condiciones de vida. Años más tarde renunciaría al APRA, por el viraje ideológico de su fundador. Se afiliaría al Partido Popular que impulsaba Fernando Belaúnde.

En Chile produjo lo mejor de su creación literaria. En 1935, su obra “La Serpiente de Oro”, en la que relata la vida de los nativos a orillas del río Marañon, ganó el premio “Nascimento” de novela. Pronto es invitado a formar parte del Directorio de la Sociedad de Escritores de Chile. En 1936 se casó con Rosalía Amézquita con la que tendría dos hijos. En 1938, sufrió una embolia cerebral y mientras se recuperaba de la enfermedad, escribió “Los Perros Hambrientos” referente a la lucha del hombre contra la naturaleza en la Sierra del Perú. Con esta novela obtuvo el premio “Zig Zag” y acrecentó su fama de literato.

A pesar de sus problemas de salud, Ciro siguió escribiendo. En 1941, su novela “El Mundo es Ancho y Ajeno” ganó el Gran Premio de Novela Continental que había convocado la editorial Farrar & Rinehart. Con esta obra, que refleja una de las mejores expresiones del indigenismo literario, el escritor consolida su prestigioso internacional. Se convierte en un clásico de la literatura hispanoamericana y sus obras son traducidas a más de veinte idiomas en todo el mundo.

Aunque en el Perú sus obras estaban prohibidas. Al ser producidas por un deportado no podían circular legalmente. Por fin, en 1957, terminada la dictadura de Odría, Ciro Alegría hizo realidad su sueño de retornar a su patria. Fue recibido en el aeropuerto por una multitud de amigos, artistas y escritores que lo aplaudieron con simpatía y admiración. Tras el cálido recibimiento, el consagrado novelista realizó una gira a través del país, presentando sus obras, dando conferencias y recibiendo homenajes. En Trujillo la universidad donde estudió lo nombró Doctor Honoris Causa y la Municipalidad le concedió la Medalla de Plata. Luego de su corta estadía en Perú volvió al extranjero.

Durante varios años vivió entre Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba. Trabajaba como colaborador en periódicos y revistas y daba conferencias y cursos en universidades. En 1957 en Cuba se casó con Dora Varona, con quien tendría cuatro hijos y lo acompañaría hasta su muerte. En 1960, al complicarse su situación en Cuba, tras el triunfo de la Revolución liderada por Fidel Castro, decidió volver al Perú después de 26 años de exilio. En Lima escribió para los diarios: “El Comercio”, “Expreso” y para la revista “Caretas”. Fue elegido miembro de la Academia peruana de la Lengua. Su quehacer literario lo compaginaba con la actividad política. En 1963 fue elegido diputado de Lima como miembro del partido Acción Popular.

Ciro anhelaba un cambio de vida para los campesinos. En el Parlamentó pugnó porque se dictaran leyes favorables a ellos, para que se les reconociera sus derechos como ciudadanos y tuvieran las mismas oportunidades que el resto de la población. Al igual que Manuel Scorza y José María Arguedas, ilustres exponentes de la realidad campesina, con su pluma y su palabra, luchaba por un Perú Nuevo, donde no cupieran la marginación ni la explotación de los campesinos a manos de gamonales latifundistas, donde no hubiera desigualdad ni injusticia social.

Siguió escribiendo para diversos periódicos y revistas. Participó en el “Primer encuentro de cuentistas peruanos”. En 1963 publicó su libro de cuentos “Duelo de Caballeros”. Mario Vargas Llosa lo criticó porque sus personajes no hablan el quechua. Ciro le respondió que los indios del Norte pertenecen a una zona muy distinta a la observada por Arguedas. Son indos más amestizados y no hablan el quechua pero representan fielmente al Perú y cargan también sobre sus hombros “toneladas de dolor”. El “Escribidor” le pidió disculpas y lo reconoció públicamente como “nuestro primer novelista clásico”. En 1966 salió elegido presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA)

El 17 de Febrero de 1967, una hemorragia cerebral, acabó con la vida de nuestro egregio novelista. “Madre, desde que te fuiste, cuánta soledad”, serían sus últimas palabras antes de expirar. Tal vez creyó ver en el rostro de su mujer, Dora Varona, el de su madre que venía a visitarlo en ese momento difícil. A título póstumo, el Gobierno le otorgó las Palmas Magisteriales en el grado de “Amauta”. En años posteriores se publicaron obras suyas como: “Panki y el guerrero” (1968), “La ofrenda de Piedra” (1969), “”Lázaro” (1972) de corte político, “Mucha suerte con harto palo”, memorias del autor, (1976) “Siete cuentos quirománticos” (1978), “El dilema de Krause” (1979) sobre su vida en la cárcel, “El Sol de los Jaguares” (1979).

Sus obras son motivo de estudios y elaboraciones de tesis en todo el mundo. A través de ellas muestra, con fina prosa literaria, el problema de la tenencia de la tierra, los derechos de los campesinos como ciudadanos, y representa una denuncia contra el gamonalismo y la corrupción del poder judicial y la clase política.

Ciro Alegría renovó la novela peruana, la sacó de su aletargante tradicionalismo criollo y le dio consistencia estilística, le dio color y vida. La hizo moderna, mostrando una realidad social que parecía invisible en siglos de Historia. Y, por el ingente valor del conjunto de su obra literaria es considerado uno de los más grandes representantes de la narrativa hispano-americana.

 

SINOPSIS DEL MUNDO ES ANCHO Y A JENO

Rosendo Maqui es el patriarca de Rumi. Su tropiezo con una culebra, que le hace presagiar desgracias, refleja la creencia de la gente de esta Comunidad. Este vaticinio maligno se efectiviza con la muerte de Pascuala, su mujer, que le sume en hondo dolor. Pero la vida sigue y se resigna. La situación se pone difícil cuando sobreviene el juicio por las tierras comuneras propiciado por el terrateniente Alvaro Amenábar, que aspira extender su hacienda y su poderío para someter a la gente de Rumi. Este hombre ruin y codicioso, soborna a las autoridades locales y gana el juicio entablado dejando sin tierra a los comuneros que huyen montaña arriba. Se establecen en Yanañahui, tierra abrupta casi infértil pero que los ampara de las viles intenciones del gamonal blanco que pretende convertirlos en mano de obra servil en una mina de su propiedad.

En Yanañahui se quedan los que están dispuestos a sufrir y luchar para mantener viva a la Comunidad. Los que no están dispuestos a este sacrificio se marchan a otros lugares, sobre todo a las grandes ciudades en busca de mejor futuro. Los comuneros apelan a la Corte Superior de Justicia con la esperanza de recuperar sus tierras, pero el expediente del juicio se extravía por las artimañas de Amenábar que se vale de abogados y jueces corruptos. Algunos comuneros, llenos de odio, para vengarse a su manera se unen a la banda del fiero Vásquez que atemoriza a la gente de Amenábar. Pero este famoso bandolero de la región pronto es detenido por la policía.

Mientras tanto, Rosendo Maqui es acusado injustamente de abigeato, de incitar a la violencia y dar cobijo a delincuentes. El viejo alcalde es enviado a la cárcel donde coincide con el Fiero Vásquez quien lo invita a fugarse con él, pero Rosendo se niega porque no quiere andar perseguido por la policía. Sin embargo, Rosendo es acusado de haber colaborado en la huida del Fiero y los gendarmes le propinan fuertes culatazos en la cabeza. Y a causa de estos golpes, el noble y luchador dirigente de Rumi muere en su propia celda. Por este asesinato nadie es detenido ni juzgado, quedándose en la más absoluta impunidad

El tiempo pasa y un día llega al caserío un antiguo residente, que justamente es el hijo adoptivo del extinto Rosendo Maqui. Benito Castro que ha viajado mucho por el país, ha vivido en Lima y ha aprendido a leer y escribir, que además es licenciado del ejército y ha trabajado en diversos lugares, regresa trayendo ideas renovadoras para la Comunidad. Propone dejar a un lado las supersticiones y prejuicios que aletargan la mente y el espíritu de los comuneros. El desarrollo comunal se dará a partir del trabajo práctico y la acción efectiva de los comuneros. Y, por su carismática sapiencia, Benito es elegido regidor y luego alcalde.

Los comuneros se rebelan ante un nuevo juicio de tierras propiciado por Amenábar que no se cansa de fustigarlos. “Váyanse a otro parte, el mundo es ancho”, les dicen los despojadores a los comuneros. “Si es ancho, pero ajeno” dice Benito Castro. Soliviantados por la palabra y actitud del joven alcalde, los comuneros se levantan en armas para evitar un nuevo robo de sus tierras. Pero la sublevación es reprimida con dureza por los guardias de asalto que están aliados con los caporales que vigilan las haciendas de Amenábar. Los comuneros se enfrentan a los uniformados, pero van cayendo uno a uno entre el fuego interminable de las ametralladoras. El pueblo de Rumi desaparece así de la faz de la tierra.