EL MOMENTO ESTELAR DE STEFAN ZWEIG
EL MOMENTO ESTELAR DE STEFAN ZWEIG
Stefan Zweig nació el 28 de noviembre de 1881, en Viena, la pintoresca ciudad que late al compás de las notas musicales de Mozart, el vals de Strauss y el suave meneo de las aguas del Danubio. De muy joven se sintió atraído por las musas de la literatura y a ella se dedicó con pasión a pesar de la incomprensión de su acomodada familia judía. A los 19 años, influenciado por los poetas líricos franceses, publicó un libro de versos: “Cuerdas de Plata”que llamó la atención de los círculos literarios de Viena por entonces considerada la capital cultural de Europa. Después inició estudios de Filosofía en la Universidad de Viena.
Tras doctorarse en Filosofía, viajó por Francia, Inglaterra, España, Italia y otros países europeos. En 1914, al estallar la primera guerra mundial, se encontraba en Bélgica visitando a los poetas e intelectuales locales. Pronto se trasladó a Suiza, donde inició una campaña por la paz mundial. En Zurich, y luego en París, se relacionó con escritores de renombre como Romain Roland y otros que influirían en su carrera literaria. Durante este tiempo, tradujo a Rimbaud, Baudelaire, Verlaine y Verhaeren. Viajó luego a Egipto, China, la India, Estados Unidos y Panamá donde promocionó sus libros y adquirió experiencias, útiles para sus nuevas obras y además para consolidar su lema de la fraternidad universal.
Tras la primera guerra mundial su Viena natal quedó derruida por lo que se instaló en Salzburgo, desarrollando allí una extensa actividad literaria. Escribió los libros de cuentos “Amok” (publicado en 1922) y “Confusión de sentimientos” (1925), libro compuesto por tres relatos entre los que destaca: “Veinticuatro horas en la vida de una mujer”. En 1919, de vuelta en Austria, siguió escribiendo y publicando relatos en prosa y además biografías. En 1920 publicó: “Tres Maestros”, referentes a Balzac, Dickens y Dostoviesky, donde hace una atinada reflexión psicológica sobre la vida de estos titanes de la literatura. En 1925 publicó: “La lucha contra el demonio”. En 1927, su gran fresco histórico: “Momentos Estelares de la Humanidad”. En 1930; “Tres poetas de la propia vida”. Describió de modo objetivo la vida da María Antonieta y Fouché: el genio tenebroso. Y en su obra: “La curación por el espíritu” (1932) trata sobre la antigua controversia entre la materia y el espíritu. Y propone: lo que al final importa es el dominio del espíritu puro sobre la materia bruta que se puede acabar en cualquier momento.
Zweig, escritor y filósofo humanista, estaba obsesionado por la paz mundial, en momentos en que las guerras europeas seccionaban las demarcaciones territoriales, destruían los legados históricos y culturales de los pueblos avasallados. Su afán pacifista lo impulsó a movilizarse por diversos países, proclamando su total rechazo a las confrontaciones bélicas y pidiendo a los europeos a unir su lucha por el mantenimiento de la salud moral y espiritual del hombre. Fue un apasionado de sus ideales humanos, participó en asambleas de artistas e intelectuales desde donde lanzó manifiestos, representó obras de teatro, escribió y publicó libros denunciando la guerra y comprometiéndose con la paz universal.
Es el momento estelar de Stefan Zwieg; cuando el devenir del tiempo y la rotación del mundo se detienen, como manipuladas por una mano invisible, ante la enérgica actitud de este hombre comprometido con la suerte de sus semejantes. Es un actor especial en el dantesco espectáculo del mundo, elegido por el azar, que aprovecha el supremo designio para exclamar, con delirante entusiasmo que la lucha contra el mal y la imposición sobre la barbarie es un deber moral de todos, y que la victoria, valorado galardón, está reservada a aquellos que no temen a la muerte, a los intrépidos, a los que poseen espíritu libre e indomable y no lo piensan dos veces para acometer al enemigo mortal. “¡Por la paz mundial uníos todos!”, gesticula con decisión, como un capitán arengando a sus tropas.
Su clamor solitario y agónico fluye por los bulevares del viejo mundo, aunque sin ser oído. Es un hombre desesperado que, hondamente comprometido con el sufrimiento social, se planta solo ante la amenaza de los cañones y defiende con su palabra el derecho a la vida y a la esperanza de un mundo más culto y espiritualizado. Es el preciso instante en que el destino de este escritor místico, que le pedía a Dios con oraciones y a sus contemporáneos con un ruego, fuerzas para detener la maldita guerra, está vinculado al destino de Europa y del mundo entero.
El destino, antes magnánimo con él se trocó en hado fatal. En 1939, al estallido de la segunda guerra mundial, su patria espiritual Europa comenzó a desangrarse, sus propias raíces eran exterminadas, sus libros quemados en plazas germanas, Y su alma exquisita, que había percibido el arrullo de los laureles del éxito, el reconocimiento y halago popular, ante aquella imparable destrucción del mundo, ante el ocaso del saber, de la cultura y los valores humanos, sufrió indeciblemente, y se precipitó, en caída libre, hasta el más profundo y oscuro pozo de la depresión moral y anímica. Sin poder resistir aquella hecatombe, el escritor huyó de Europa.
Se refugió en Brasil, la tierra sudamericana para la que vislumbraba un futuro promisorio. Allí vivió como un apátrida con renombre al que martirizaban la conflagración mundial y la fatalidad que se cernía sobre la humanidad Su espíritu atormentado le hizo caer en el escepticismo. El fracaso de su anhelo de ver formada la Comunidad y Hermandad de todos los hombres, lo convirtió en un ser infeliz, que no veía luz al final del camino, y dejó de soñar en un mundo mejor.
En la postrimería de su vida, Zweig escribió “El candelabro enterrado”, relato con tintes poéticos e inmerso en la Historia. En él Stefan vuelve a vivir, a soñar, a anhelar. Con la leyenda del candelabro del rey Salomón retoma la fe en sí mismo, se resarce del nihilismo que amengua su vida. Aunque esta recuperación es solo temporal. Su temor a la fatalidad crece ante el horror del Holocausto nazi y lo sufre como hombre e intelectual. A él, como Miguel Hernández el poeta guerrero, o César Vallejo el poeta metafísico, le tocó ver y sufrir el cauce destructivo del mundo por la acción equivocada de algunos líderes, políticos y militares, que incitaban a sus hombres a la guerra.
Zweif, abatido y sin ganas de vivir, se suicidó junto a su esposa Lotte Altmann, en Petrópolis (Brasil), el 23 de febrero de1942. No quiso esperar a ver el amanecer después de la larga noche que envolvía con su magro crespón el mundo. Antes de ingerir el veneno, dejó una carta explicando que: “es mejor marchar ahora y de pie, como un hombre para quien su trabajo cultural fue siempre la más pura de sus alegrías y también su libertad personal, la más preciosa de las posesiones en este mundo.” Así, con pulso sereno escribió el final de su propio destino. Un destino de hombre vital y trascendente, que, entre los estertores de dos sangrientas guerras mundiales, realizó la hazaña de escribir y legarnos una vasta y rica obra literaria.
Barcelona, 1 setiembre 2013