VIRGINIA WOOLF: LA ESCRITORA FEMINISTA
“Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre…”
VIRGINIA WOOLF: LA ESCRITORA FEMINISTA
“Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre…”
Nació en Londres el 25 enero 1882. La niña hipersensible, pasó su niñez ayudando a su padre, Leslie Stephen, editor de la revista Cornhill Magazine, donde habían publicado Henry James y Thomas Hardy. Sus primeras letras las aprendió en casa, ya que nunca fue al colegio. Su padre fue su mentor y maestro. En Literatura, le aconsejaba que escribiera con el menor número de palabras y la mayor claridad todo lo que quisiera decir. Leyó a Shakespeare y Carlyle, y se ilustró con textos de historia, filosofía, literatura. Empezó a escribir cuentos que fue publicando en el periódico: “Hyde Park Garden News”. Desde la más tierna edad sintió la necesidad de escribir.
De niña sufrió el acoso sexual de su hermanastro Gerald de 18 años. Experiencia traumática que le haría sentir vergüenza de su propio cuerpo, desconfianza perenne hacia los hombres y una decantación romántica y sensual hacia las mujeres. Perdió a su madre cuando tenía 13 años, lo que le afectó sobremanera. Sentía mucha pena y llegó a creer que su madre seguía existiendo en forma de fantasma. Su familia creyó que se había vuelo loca. Recobró su emotividad con su tía Violeta Dickinson a la que escribía cartas llenas de humor e ironía.
Tenía 21 años cuando murió su padre, del que guardaba resentimiento por no haberla dejado asistir a la universidad. Aun así sufrió un colapso nervioso. Y empezó a oír voces que la incitaban a cometer disparates. Creyó que esto le ocurría por comer demasiado por lo que minimizó su alimentación. Al perder peso volvió a asaltarla la preocupación. En busca de tranquilidad se fue a vivir con su tía Violeta Dickinson cerca de unos bosques, a la afueras de Londres. Pero, allí se acrecentaron sus locuras. Creía que los pájaros cantaban en griego y que el rey Eduardo VII merodeaba por el lugar diciendo barbaridades. Para evadirse de aquel tormento intentó suicidarse saltando por la ventana, pero no había altura suficiente y no lo consiguió.
Entró en una etapa de frialdad casi absoluta, con tendencia a lo lésbico, a lo platónico y al colapso nervioso. En Gran Bretaña la homosexualidad era ilegal y no se aceptaba. El escritor Oscar Wilde había sido enjuiciado y condenado a 2 años de prisión. En la sociedad victoriana, se emparentaban la hipocresía con la ignorancia en temas sexuales. El lesbianismo sin embargo no era ilegal, porque nadie pensaba que pusiera existir. A Virginia, aunque el sexo la asustaba, se atrevió a disfrutar de su libertad sexual, aunque sin dejar de escribir que era lo que más le gustaba.
A los 22 años publicó recensiones, ensayos y artículos en el Times LIterary Supplement. Hizo de profesora de “composición” en el Morley College, dando clases gratuitas a trabajadores. En 1912, a pesar de no creer en el matrimonio, se casó con Leonard Wolf a quien había conocido en las charlas de intelectuales elitistas del Círculo de Bloomsbury por donde pasarían también Keynes, T.S. Eliot y otros personajes famosos. Por entonces empezó a escribir su obra: “Fin de Viaje” que sería publicada en 1915. En esta novela describe la historia de Rachel Vinrace que se traslada a Sudamérica con su padre y su tía. Se instalan en un hotel de una ciudad costera donde Rachel conoce a Terence Hewer aspirante a escritor. Ambos se enamoran aunque la relación no prospera y acaba en falsas promesas y tragedia.
Hacia 1913, su salud mental volvió a deteriorase. Una noche ingirió una sobredosis de somníferos y manos prestas la salvaron de milagro. Aunque, en medio de los ataques empezó a escribir su segunda novela: “Noche y día”, una novela convencional que trata de las diferencias entre Katherine Hillberry que está escribiendo la biografía de su abuelo que era poeta y de Mary Datchet que es una mujer de espíritu independiente capaz de amar apasionadamente y es activista en movimientos sociales. En esta obra se percibe la fuerza de la autora, con evocaciones originales que dan belleza a la estructura argumental, con matices poéticos y filosóficos para reproducir todo lo que fluía de su mente. En su tercera novela: “El cuarto de Jacob”, publicada en octubre de 1922, aflora el lirismo, entretejido con las complejidades de su propia conciencia, narra pasajes propios de una vida de ficción, la de Jacob Flanders con intermitentes imágenes impresionistas, El protagonista muere en la guerra, convirtiéndose en reflejo de muchos jóvenes que perdieron la vida en la primera guerra mundial.
Virginia leyó el “Ulises” de Joyce y le hizo una ácida crítica. La obra le pareció repulsiva y pornográfica. Más tarde reconocería que le falló su instinto literario al no recomendarla para su publicación en la editorial Hogarth Press donde ella publicaba sus obras. La cuarta obra de Virginia fue: “La señora Dalloway”, con una sucesión de voces interiores que narran los acontecimientos de un único día. El objetivo de Virginia, con esta obra, es consentir vida y muerte, cordura y locura, criticar el sistema social. En 1925 publicó su primer libro de ensayos: “El lector común”, donde afirma que si un novelista ignora a sus lectores su arte puede hacerse incomprensible.
Su ensayo: “La duquesa de Newcastle” es interesante. Trata de una mujer abocada en desarrollar su sensibilidad femenina, en una sociedad dominada por hombres, se desenvuelve dotada de valor y conocimiento de sí misma. A través del texto, Virginia sustenta su posición feminista, lo que significa ser una mujer en medio de una tradición literaria masculina.
Su siguiente novela: “Al faro” publicada en 1923 empieza con la señora James Ramsay diciéndole a su hijo James de que “si el tiempo los permite” al día siguiente saldrán de expedición al faro. El hijo reacciona con animadversión psicológica, primero ante la madre y luego ante su padre que le dice:” Pero no va a hacer bueno”. Virginia con esta obra quería retratar el carácter de sus padres, y de su propia infancia. Recurre al flujo de la conciencia para dar vida a sus personajes. La obra dividida en tres secciones: “la ventana”, “el paso del tiempo” y “el faro”, muestra unos sucesos con una densidad casi onírica, y poética.
Virginia mantuvo una relación sentimental con la también escritora Vita Sackville West. Fruto de este idilio lésbico fue su novela titulada: “Orlando” una dulce rapsodia, escrita como una larga carta de amor a Vita publicada en octubre de 1928.
Siendo ya famosa, dictó conferencias en Newnham y Girton, dos universidades femeninas de Cambridge, y las recopiló en su libro de ensayos: “Una habitación propia”, que se convirtió en un clásico del feminismo. En 1931 volvió a la ficción con: “Las olas” novela experimental y lírica donde lleva al extremo el método del monólogo interior, con personajes que evolucionan de la infancia a la vejez y se ven envueltos en tramas e incidentes.
En 1932 publicó la segunda parte de “El lector común”. Virginia cita también a una figura literaria anterior a su tiempo: “Aurora Leigh” mujer que luchó por convertirse en poetisa. En 1937 publicó otra novela: “Los años”. Tras estallar la segunda guerra mundial, los nazis invadieron Francia y amenazaban hacer lo mismo con Gran Bretaña. Virginia temió por su marido, de ascendencia judía. Pero finalmente las huestes de Hitler fracasaron en su intento.
Pronto empezó una nueva novela: “Entre actos”, donde se empeña en reconciliar su idea de la dialéctica de la historia con su visión poética de la belleza. Era una ilusión evocada en imágenes por la que se esforzó tanto que le produjo un nuevo shock nervioso. Cayó en depresión y, temerosa del futuro, perdió la cordura. Salió a la calle y, tras llenar sus bolsillos de piedras, se lanzó al río Ouse, suicidándose así el 28 de marzo de 1941.
Virigina Woolf ha sido blanco de críticas durante muchos años por su acalorada defensa de una “feminidad natural u original”, pero el tiempo parece darle la razón con nuevas generaciones de lectores que analizan positivamente la cuestión del género y la igualdad entre hombres y mujeres. Ella bregó en su época, sin éxito, por explicar la naturaleza de sus necesidades como mujer. En una de sus obras sostiene que todo lo que necesitan las mujeres para escribir novelas es tener independencia económica y personal, o sea una habitación propia.
Se la considera un mito de la literatura y el feminismo. Sus obras, escritas en prosa, con magistral originalidad, como fiel reflejo de su atormentada vida y siempre en defensa de los derechos de la mujer, destacan entre las de los grandes escritores modernistas del siglo XX, y tienen un lugar privilegiado en la historia de la literatura.
5 agosto 2022