DESARROLLO COMUNAL

                             DESARROLLO COMUNAL

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Nuestra barriada ingresó en la atrayente dimensión de la modernidad, cuando pesados tractores empezaron a remover el suelo terroso de las desniveladas callecitas para uniformarlas en planos horizontales. Los pobladores entusiasmados –conocedores de lo que se venía– para facilitar el trabajo de los obreros nos dimos a la labor de aplanar por cuenta propia los metros de calle frontales a nuestras viviendas.

Pronto vino la pavimentación y las calles de nuestro distrito fueron recubiertas por un negro y húmedo asfalto que al secarse empezó a brillar como zapato lustrado. Entonces la algarabía nos inundó por completo. “¡Viva la pista!”. Niños y adultos, emocionados saltábamos sobre la regia calzada convirtiendo aquel día de pavimentación de calles en bello  recuerdo que pervivirá en nuestras memorias.

Asfaltadas la mayor parte de las calles de nuestra comunidad, el municipio implantó el servicio de mantenimiento y limpieza de plazas, parques y otras áreas públicas. Se instalaron cincuenta contenedores de plástico con capacidad de cien kilos cada uno y otras cien papeleras de latón en todas las esquinas callejeras. Con este servicio la gente ya no tendría que andar cientos de metros buscando muladares  donde tirar sus bolsas de basura.

“De ciudad limpia a ciudad jardín. Es nuestra consigna”. Diría Flor de María, alcaldesa de Perú Nuevo, en el marco de la Tercera Convención de la CUAPEN. Arguyó que: “al aprobarse la nueva Ordenanza Municipal, se pondrá en servicio veinte camiones más y un mejor dispositivo de recojo de basura y limpieza en todas las vías. Y además se implantarán cincuenta árboles en la Plaza de la Solidaridad", rincón agradable cuyo decorado obelisco de piedra al que rodeaban sendas bancas de madera tallada atraía desde ya la atención del público.

 -¡Y vamos a sembrar treinta pinos más y otros cuarenta ficus en las avenidas Renacimiento y Amazonas!-dijo enfática. La alcaldesa nos recordó después que la relación entre su municipio, la CUAPEN y las organizaciones populares, iba a ser directa y definida. Dijo: “¡Todos somos Perú Nuevo! distrito que potencia su  tejido asociativo con la creación de nuevas entidades. Para esto hemos abierto el Registro municipal de Entidades y la Oficina de atención al ciudadano que se encarga de informar y orientar a todos los vecinos en las diversas gestiones que realicen en la administración local. Con la fluidez y facilidad de trámites se vitalizará además la dinámica de asesoramiento, subvención y apoyo material a las agrupaciones sociales, culturales y recreativas”

Las cosas que decía Flor de María nos hacían pensar en la efectividad de su municipio que impulsaba el rápido cambio de Perú Nuevo. Al poco tiempo, el ayuntamiento implantó en su local una emisora de radio cuya programación de cultura y entretenimiento era alternada con la difusión de noticias de actualidad nacional e internacional producidas por su Agencia de Comunicación. Esta agencia editaba asimismo un boletín mensual donde se resaltaban las acciones municipales y las propuestas del mundo asociativo distrital. También publicaba libros con tema de música y teatro y folletos con programaciones de conciertos y otras actividades de difusión de la realidad social y cultural de nuestra comunidad.

 Igualmente, buscando mejorar la calidad de vida del conjunto ciudadano los regidores ediles, con el aporte de instituciones progresistas, mandaron construir en Perú Nuevo un ventilado Complejo Deportivo. Y en esta zona, los vecinos con espíritu de deportistas –sobre todo jóvenes– pudieron dar rienda suelta a sus aficiones: el fútbol, fulbito, básquet u otros deportes. El  municipio implantó además un servicio de entrega domiciliaria de medicamentos para los niños enfermos menores de cinco años y las personas mayores de setenta y cinco que por su condición no podían desplazarse hasta la Posta Médica. Y además auspició las obras de Desagüe y Alcantarillado, lo que iba a permitir que los charcos causados por la lluvia, los orines de perros y borrachos, las lavazas y otras aguas sucias que de continuo arrojaba la gente se filtrara por aquellas rendijas tubulares hacia las cloacas del subsuelo cuyo contenido apestoso iría al río que vertía sus aguas contaminadas en al Océano Pacífico.

Entretanto, Seguridad Civil, organismo que habían formado los constreñidos dirigentes de la antigua CUAPEN –a veces refractaria a los dictámenes municipales–asumió la tramitación de una Comisaría para Perú Nuevo en las oficinas de la Dirección General de Policía. La respuesta fue positiva. Y esta alta Dependencia envió el plano de un puesto policial que consistía en una oficina de comandancia,  una sección de armería, dos calabozos, servicios higiénicos y un ancho patio interior que sería utilizado por los gendarmes para la formación y pasar lista o para hacer gimnasia. La propia Junta de Seguridad Civil, que sólo aceptó cinco mil soles del municipio, finiquitó la compra de materiales y contrató a tres albañiles duchos en el arte de mezclar arena con cemento, pegar ladrillos al nivel y tapiar muros entrecruzados sin salirse del plano diseñado para el edificio.

Los jornaleros implementaron el piso falso, las ventanas diminutas, las verjas enchapadas con candados dobles, y finalmente pintaron las paredes interiores y la fachada de color verde olivo. La recompensa a este gasto comunal llegó un mes después, cuando recios guardias  ocuparon el puesto policial con el encargo de imponer el orden y la tranquilidad en Perú Nuevo. Los destacados en la comisaría “Sargento Popeye”, desde un principio velaron por la seguridad pública capturando y encerrando en su carceleta a rateros y gente de mal vivir, lo que vino a hacer descender el índice de delitos en nuestro suelo. Asimismo, hacían cumplir las reglas de tránsito aplicando papeletas de multa a motociclistas y conductores de vehículos en estado de ebriedad. La Guardia Urbana se reflotó con la llegada de varios coches patrulla, lo que permitió a los agentes, combatir además la delincuencia y la drogadicción. Y además, para evitar los accidentes de tránsito, pusieron en marcha un Plan de Circulación que buscaba armonizar el paso de los peatones con el despliegue y estacionamiento de los automóviles en la calzada. Los policías encargados de este plan, colocaron flechas direccionales en la avenida Enriqueta Moyano para que los vehículos se movieran en ambos sentidos evitando así la congestión en las pistas.

Por otro lado, para resolver de una vez por todas el problema del fluido eléctrico, la compañía Cholivian Electric, que tenía una de sus bases en el Cono Industrial procedió a plantar quinientos báculos de madera en los sectores aún no pavimentados –que ya eran pocos–, y mil postes de cemento a lo largo de las aceras viales, los cuales fueron ensartados luego por largos y delgados cables de tendido eléctrico cuya tensión –generalmente alta– partía de aquella torre kilovatia instaurada en la cresta de Las Lomas tropicanas desde donde se veía todo nuestro poblado. Se hizo la luz en Perú Nuevo, y con ella la visión de nuestros congéneres se iluminó incondicionalmente.

En mí persistirá siempre la impresionante metamorfosis de la aldea peruvina en una atractiva ciudadela limeña. Y nuestro distrito mejoró aún más cuando la Comunidad Económica Europea –previo convenio firmado con el presidente de la nación–, envió cien toneladas de maquinaria destinada a los maquicentros del nuestro flamante Parque Industrial, que fue instalado en un extenso terreno baldío que las propias autoridades locales reconocieron como parte integrante del ayuntamiento de Perú Nuevo. El funcionamiento de este Complejo tecno-Industrial se impulsó con el aporte del Banco Mundial de Desarrollo, lo que permitió a sus directores crear un Fondo de Inversión destinadas a la remodelación de las calderas mecánicas, la canalización de las lagunas de oxidación y la montura de dos gigantescas torres de tensión eléctricas: una en su patio de máquinas, y la otra ubicada sobre las Lomas terrosas.

Y, a partir del Parque Industrial, nuestra ciudadela revolucionó a velocidad de avión. Perú Nuevo se convirtió de pronto en nuevo Polo  Industrial y Económico, que comenzó a atraer como moscas a la miel a empresarios de las zonas ricas de Lima. De la noche a la mañana, se montaron entre la quinta cuadra de la Avenida Titicaca y el Ovalo de la Plaza Ayar Uchu, dos enormes Super-Mercados que incluía tiendas con toda clase de artículos, una discoteca Gogó, dos peluquerías unisex y cinco carnicerías. La empresa Perricholi Motors, con agencia principal en Tacna y sucursales en todo el país, trajo los últimos modelos de automóviles con frenos insonoros y palancas automáticas, novedades que llamaron la atención del público. La empresa internacional El Yanqui, cuya matriz estaba en Estados Unidos, entró en competencia con los empresarios nacionales y montó frente al Obelisco Tarapoto –ubicado a pocas cuadras de aquel polígono de industrias manufactureras–, un  gigantesco People Market, que además de un parking exterior para clientes comprendía cincuenta stands comerciales, donde había de todo, incluso agencias de viaje, casas de cambio de divisas, salchipaperías.

La transformación de Perú Nuevo en una hermosa y próspera ciudadela limeña se consolidó con la construcción de aulas para la flamante Universidad Técnica Cahuide, la apertura de un terminal de autobuses urbanos y el inicio de las obras del Tren Eléctrico. Por otro lado, la Banca pública y privada, pilares básicos de la financiación de empresas sentaron sus reales en nuestra Comunidad cuya economía originariamente planificada sufrió un viraje hacia un sistema de libre mercado. Se abrieron varias Cajas financieras, dos Bancos de Materiales y una agencia de Bolsa de Valores, donde –según decían voces – las acciones cotizadas ofrecían pingues rendimientos a los inversores cuyos capitales puestos a renta variable, sus fondos mutuos de reserva y de pensiones, al no perder la liquidez disponible, les permitía seguir con el juego bursátil.

En poco tiempo la Bolsa peruvina se convirtió en la más rentable del mundo, lo que apresuró el nacimiento de un Mercado de Futuros, el cual ofrecía envidiables ventajas comparativas a los atolondrados inversionistas que ya no tendrían que poner en garantía sus carteras para mantener activos sus circulantes. Pronto se creó además la Cámara de Comercio, con el fin de impulsar las relaciones financiero-comerciales entre Perú Nuevo y las demás ciudades del país. Con una política agresiva los responsables de la Cámara explicaban a los empresarios foráneos qué vender y qué comprar en una Ciudad Satélite cuyo mercado se abría como oreja de elefante en el ámbito económico nacional.

El progreso metálico se acumulaba, no obstante, en pocas hábiles manos, sumiendo en la depresión a los sectores micro-económicos que no podían adecuarse de un día para otro al modelo neo-liberal impuesto por la red sistemática de capitales. Sin goce de una política subsidiaria, los pequeños empresarios, los artesanos y fabricantes a baja escala, los trabajadores ambulantes, los obreros asalariados, es decir la población cuyos ingresos se esfumaban debido a los cambios bruscos de las tasas de interés bancario, el progresivo ascenso del dólar y de la diferencial inflacionaria, volvieron a manifestar su protesta a través de intensas jornadas de huelga de hambre, movilizaciones y mitines callejeros. Estas luchas fueron canalizadas por la adormecida CUAPEN, que entró en conflicto con el Municipio local acusándolo de permitir un cambio económico no acorde con los intereses de nuestra comunidad. Los regidores fueron tildados de vendedores de Perú Nuevo a la burguesía capitalista.

La alcaldesa –o sea mi mujer– para apaciguar los ánimos expidió un edicto mediante el cual cedía el cincuenta por ciento de los fondos de vivienda y asistencia social a la legendaria organización comunal cuyos dirigentes fumaron con ella la pipa de la paz y firmaron el acuerdo, como en los viejos tiempos. Y de este abrazo de osos, surgió un Cuarto Congreso Distrital en donde las relaciones CUAPEN-municipio quedaron instituidas en los estatutos de la primera. Se conformó además un Parlamento Distrital, novedosa tribuna política en la que un grupo de diputados populares elegidos por votación mayoritaria debía promulgar la Legislación que más convenía a Perú Nuevo.