Hasta cuándo, hermanos, soñaré
que rozo el espejo del cielo
con mi pecadora mano,
que calmo el fuego de la tierra
con mi apagada lengua,
que detengo el ala monstruosa del tiempo
con mi escribir pausado.
Hasta cuándo, hermanos, soñaré
hallar los días de mi suerte
en las mesas de lejanas bibliotecas.
Hasta cuándo de este punto me alejaré,
sin pena y sin gloria, como buen don nadie.
Hasta cuándo, hermanos, soñaré
que brilla la luz en mis ojos.
New York, 10/06/1997