(Dedicado al frondoso Valle de Chicama)
¡Verde valle de alegrías peonas!
Hoy vuelvo a ti, por el sendero aquel,
paso de trocha abierto por mis antepasados.
Vengo acariciando al burrito leñero
que salió contento a darme su pata de bienvenida.
¡Rico valle de esperanzas encontradas,
semillero de poetas, y rebeldes con justa causa.
Tus bravos cañaverales extasían a cualquiera
destilan un aroma que se perpetúa en el tiempo.
Yo vengo del mundo inconquistable,
hacia la blanca casita donde mi madre,
un día, de joven, me alumbró con ilusión.
Eran dichosos tiempos. Cuando los hijos
de nobles y recios yanaconas, compartíamos
jugosas cañas y nos bañábamos en las aguas
diáfanas del río que serpentea mar arriba
entre divinas huacas
¡Fresco valle de alegrías infantiles!
Matriarcal es el calor de tu tierra virgen,
el amor natural y la luz interminable de tu cielo.
Por eso, vengo a enlazarme contigo en un abrazo,
a hundirme en mi orgullosa raíz latinoamericana.
Barcelona, 28 julio 2007