SOÑAR NO CUESTA NADA

                         SOÑAR NO CUESTA NADA

                         SOÑAR NO CUESTA NADA

Julián Segundo, a diferencia de su hermano Rulito, era delgado y bajito, aunque poseía una desbordante imaginación, cualidad que le hacía soñar despierto –incluso cuando iba por la calle–, y le impulsaba a cambiar a su mero antojo la realidad del mundo. Cierto día, siendo ya adolescente, creyéndose tan bueno como Bruce Lee se atrevió a propinarle una patada de kung fu a su propio monitor, quien al instante se la devolvió tan fuerte, y en una parte delicada del cuerpo, que no le quedaron más ganas de volver a clase.

 Otro día, sintiéndose tan fuerte como Charles Atlas, a pesar de sus cincuenta y ocho kilos de peso, se metió a un gimnasio y osó levantar hasta la altura del hombro una sarta de pesas que sumaban cien kilos. Más tarde tuvimos que trasladarlo al hospital a causa de una hernia que le salió cerca del abdomen. A partir de entonces, tras  comprobar que no estaba hecho para los ejercicios físicos fuertes, se dedicó al estudio.

Encerrado en su habitación, se pasaba días enteros repasando libros de diversos temas. Por ello obtenía altas calificaciones en el colegio. “Su hijo tiene una inteligencia privilegiada –me dijo su profesor de matemáticas–. Que estudie una profesión, seguro que llegará lejos.” Hablé con mi mujer, y decidimos apoyarlo en los estudios que pensaba realizar.

Él queria ser ingeniero. Por eso, cuando terminó la secundaria, le pagamos la academia de preparación para postular a la universidad. Nuestro hijo, estudioso, ingresó, al primer intento y con buena puntuación, a la Universidad Nacional de Ingeniería. Nosotros le hicimos una fiesta en casa y le felicitamos por su futura condición de ingeniero industrial.

Julián Segundo repartía su tiempo entre su centro de estudios y las bibliotecas, donde leía libros de todo tipo, incluso algunos que nada tenían que ver con su carrera universitaria como “Ideología y política”, “La Revolución Cubana”, y otros referentes a “La lucha de los Frentes de Liberación en Centro América”. Y con estas y otras historias en la cabeza, mi hijo, pronto, como muchos jóvenes universitarios, fue atraído por la política.

Merced a su aguda inteligencia, que le hacía capaz de pasar de la teoría a la práctica en un santiamén, resultó dirigiendo a sus compañeros en las manifestaciones estudiantiles. Tenía una labia que yo no sé de quien había heredado. Una vez le oí  hablar en un mitin callejero organizado por la Federación de Estudiantes a la cual pertenecía. Con altisonante énfasis criticó la política económica de Fujimori, de quien dijo: "anda más preocupado en enmendar la constitución para imponer al país sus leyes a través de un congreso de geishas adicto a su persona que en atender la grave crisis por la que atraviesa el país a causa del incremento del paro, de la inflación, del déficit público y otros problemas que agudizan la situación de pobreza  en que vivimos"

Su labor de estudiante activista se extendió hacia nuestra organización vecinal. Y en una masiva concentración popular, celebrada en una céntrica plaza, denunció al gerente general de la “Caja de Ahorros” de Perú Nuevo y al propio presidente de la CUAPEN (Comunidad Urbana Autogestionaria de Perú nuevo), acusándolos de estar ligados a un cártel de narcotraficantes.

– ¡El indicio es clarísimo! –arguyó–. Se han abierto cuentas misteriosas en el Banco Maroñico para depositar allí las transferencias irregulares giradas por la Caja Comunal a nombre del señor Sapo Hú, su responsable financiero. Los periódicos han publicado ya esta noticia en primera plana. Y todo el mundo sabe que el secreto bancario tiene su libre zona en nuestra pampilla, beneficiando a un grupo de narcotraficantes expertos en el blanqueo de dólares.

Sus declaraciones crisparon los nervios de la Junta de Accionistas de la Caja que, de inmediato, con la ayuda de la policía arrinconó a los estafadores y obtuvo pruebas contundentes de la estafa. Se hallaron documentos de compra de una mansión en Chacarilla a favor del señor Sapo Hú por un valor de cien mil dólares, y de un chalet en Chosica valorizado en doscientos mil dólares para uso del presidente de la CUAPEN. Los acusados fueron llevados ante la Corte Suprema de Justicia. Pero sucedió algo increíble. El esperado juicio nunca llegó a celebrarse, por razones que todos desconocían, y es más, contra todo pronóstico los estafadores salieron en libertad condicional tras una fianza que pagaron a los jueces del Tribunal –a través de un abogado– sus padrinos de la mafia. Los vecinos protestamos airadamente ante los medios de comunicación, pero nadie nos hizo caso. De todos modos aquellos malos elementos fueron expulsados para siempre de Perú Nuevo.

– ¡Ha sido un gran golpe al fraude y  a la corrupción –dijo Julián Segundo en una nueva manifestación vecinal– El señor Aznarán es mafioso y corrupto, y pretendía llevar a nuestro pueblo al descalabro económico!

Su joven vida ligada a la dirigencia estudiantil y la política dio un salto de tigre al resultar elegido nada menos que secretario general de nuestra CUAPEN, cargo que antaño, en diferentes épocas, ocuparon su madre y don Juvenal Condori que estaba ya anciano y retirado de toda actividad directiva.

Desde su nuevo frente, Julián Segundo, dijo que el reto más urgente con el que nos enfrentábamos era saber cómo reorganizar nuestra Comunidad Autogestionaria.

– ¡Es necesario –recalcó– una comunidad que no se limite a obedecer al gobierno central, sino que superando los traspiés y aprendida la lección del pasado, sea una organización totalmente autónoma que ostente y haga respetar su personalidad política en el país! ¡Solo a partir de esta identificación propia, de saber quiénes somos y adónde vamos podremos participar en causa común con las otras comunidades peruanas!

Su discurso movió a nuestro Pueblo a manifestar su voluntad de constituir en Perú Nuevo el núcleo de una Comunidad Regional. El proyecto implicaba quitarle territorialidad a las provincias de Lima y Callao, entre los cuales existían cientos de asentamientos humanos muchos de ellos con demarcación incierta. Había pleitos continuos entre los pobladores de las comarcas condenadas al desalojo y los municipios de las zonas Norte, Este y Oeste de Lima que pretendían engullirlos a toda costa. Y además había pleitos judiciales entre el Ministerio de Vivienda y las poderosas urbanizadoras que pretendían expulsar a los pequeños pueblos atrincherados en su “tierra libre” a fin de poder comercializar los lotes a precios elevados.

Para terminar con los enfrentamientos inútiles y buscar unidad de las comunidades urbanas, Los líderes de Perú Nuevo hicieron un llamado a los siete millones de habitantes del área metropolitana de Lima para que se integrasen en una sola Comunidad Regional. Desde el primer anuncio llovieron las adhesiones provenientes de los cuatro extremos cardinales de la capital. La Comunidad de Villa El Salvador, el coloso del Sur, tendió su brazo longitudinal hacia Perú Nuevo y envolvió a otras comunidades urbanas entre ellas a Villa María, Carmen de la Legua y el mismo San Martín de Porres. Los vecinos de otros Conos limeños como Puente Piedra, Zapallal, Ventanilla y por el otro lado San Juan de Lurigancho y El Agustino aceptaron también pertenecer a la región comunitaria prevista y en cuyo seno –según los rumores–: “la gente gozaría de libertades suficientes como para llevar una vida digna.”

Se programó un mitin en la Plaza San Martín, y en donde miles de ciudadanos viejos y jóvenes, rompiendo los traumas del pasado y las rivalidades políticas y sociales, pidieron al Gobierno que oyera la conciencia popular. En medio del grupo directivo, estaba mi hijo menor, atacando con su oratoria estrepitosa a los partidos de la extrema derecha y a los tecnócratas neoliberales sumisos al poder autocrático de Fujimori.

– ¡Si las bases ligadas a la población mayoritaria –decía Julián Segundo– están rompiendo con la política dictatorial del actual presidente, es porque sienten la necesidad de afirmar el respeto a sus derechos fundamentales, de proclamar sus libertad civil, de elevar los valores de la vida colectiva! ¡Somos conscientes de nuestra realidad, de la lucha que venimos entablando contra la pobreza, de los desvelos padecidos para alcanzar el Pan con Justicia Social! ¡Por eso decimos que a llegado la hora de echar a andar un modelo de organización política que será la partida de nacimiento de un Estado Comunal, que sea solidario e integrador con los otros pueblos de América y del Mundo!

Su arenga encendió aún más el sol de la esperanza en la ciudadanía limeña que tras recobrar la dirección de sus organizaciones celebraron una Asamblea Inter-comunidades Barriales donde se constituyó la Comisión Central –formada por consejeros autorizados por cada comunidad– que en un trís sacaron adelante el sonado proyecto y elaboraron las propuestas de estatutos de la embrionaria Entidad. Entre éstas destacaba la atribución de amplios poderes a la flamante Comunidad para organizar su estructura y autogobernarse con la facultad que le confería el Pueblo. En su territorio, dotado de un régimen de autonomía, la población organizada, en el uso de sus derechos civiles, debía elegir por un período de cinco años a la plana ejecutiva de la Comunidad la cual debía cuidar que sus relaciones con la autoridad municipal y las demás instituciones del Gobierno se mantuvieran dentro del marco de convivencia política que amparaba la Constitución.

Como un preludio de bomba contra el Palacio presidencial significó la puesta a debate del citado petitorio en el Congreso Unicameral de la República que había implantado Fujimori tras asumir todos los poderes constitucionales. El clímax causado por la llamada Integración Comunitaria Limeña devino en un pleito secular entre congresistas. La derecha política volvió a decir que éste era un proyecto ambiguo, irreal, fuera de todo contexto constitucional, e incluso maligna para el país. Por su parte, los izquierdistas defendieron la Petición, alegando que no debían existir muros de separación entre quienes vivíamos con los mismos problemas, entre quienes luchábamos por nuestros derechos como ciudadanos, por tener acceso a la alimentación, la vivienda, la cultura.

– ¡Estamos en contra de un Estado militarizado y tecnocrático –dijo un congresista de izquierda– que causa la pérdida del espíritu social, el deterioro del sentimiento pluricultural y multilingüe, la destrucción de la identidad india y mestiza de nuestro pueblo! Sin una democracia real y efectiva es imposible que en el Perú se produzca un proceso de desarrollo semejante al de los países comunitarios. ¡Nuestro país es pobre por culpa de sus gobernantes y no por culpa del pueblo que siempre ha luchado por salir adelante!

– ¡El actual presidente –intervino un congresista independiente– en vez de buscar el diálogo y el pacto con los interlocutores sociales, de fomentar el ahorro y la inversión pública, de dotar al pueblo del equipamiento técnico necesario para la explotación de sus recursos naturales, en suma en vez de desempeñarse como un verdadero estadista prefiere seguir el camino de la dictadura, se hace reelegir permanentemente soñando quizás con la gloria uncida a los emperadores!…

Se armó una trifulca verbal entre los ocupantes de las bancas del Congreso, y para evitar que la sangre brotara en la sala, el presidente de la Unicameral, en contubernio con la pléyade de representantes del movimiento Cambio Noventa, dio por finalizado los debates y ordenó que se llevara a votación el peleado proyecto. Minutos después, y por un margen de treinta dedos levantados en contra éste fue rechazado y devuelto a los solicitantes.

Esta derrota no amilanó a Julián Segundo, ni al pueblo propulsor del proyecto ni a los parlamentarios que la secundaron. Ellos siguen luchando por el reconocimiento a su anhelada Comunidad Autónoma Limeña.