DIEGO MASIAS Y CALLE
Nació en Arequipa el 12 noviembre de 1851. Según testimonios recogidos de aquella época, desde niño demostró especiales dotes para la creación poética. En la primera etapa de su vida, sus versos están plagados de romanticismo con un caudal poético que parece reverberar de los clásicos de esta corriente literatura a los que admiraba. De Víctor Hugo dice: “es el gran naturalista, el adorador perenne de la naturaleza, que tuvo que romper todos los diques que a su exuberante ingenio le oponían las reglas”. De Lord Byron dice: “ese otro coloso que llevó también a cabo una revolución intelectual que nos ha dejado en su Don Juan el más sublime canto de la tarde”. Shakespeare, Campoamor y otros vates universales jugaron también papel importante en el desarrollo de su poesía que por entonces dedicaba a personas conocidas de su entorno.
DIEGO MASIAS Y CALLE
Nació en Arequipa el 12 noviembre de 1851. Según testimonios recogidos de aquella época, desde niño demostró especiales dotes para la creación poética. En la primera etapa de su vida, sus versos están plagados de romanticismo con un caudal poético que parece reverberar de los clásicos de esta corriente literatura a los que admiraba. De Víctor Hugo dice: “es el gran naturalista, el adorador perenne de la naturaleza, que tuvo que romper todos los diques que a su exuberante ingenio le oponían las reglas”. De Lord Byron dice: “ese otro coloso que llevó también a cabo una revolución intelectual que nos ha dejado en su Don Juan el más sublime canto de la tarde”. Shakespeare, Campoamor y otros vates universales jugaron también papel importante en el desarrollo de su poesía que por entonces dedicaba a personas conocidas de su entorno.
Su amplia formación humanística, en nada contraproducente con su posterior cargo militar, lo convierte en un poeta que admira la verdad que esconden las ciencias y las artes. Desde su cátedra de Estética de la facultad de Letras de la Universidad San Agustín, advierte a sus alumnos que: “La ciencia y el arte, esos gemelos sublimes que estudian al hombre y a la naturaleza, llegarán tal vez a ultrapasar los lindes de la vida y engolfarse en ese mar sin orillas que se llama eternidad” Al pie del blanco Misti, canta el bardo inspirado en las musas que inundan el volcánico paisaje, se conduele de la suerte del hombre y como en un sueño palpitante crea poemas que son propios de su talante idealista. Su alma delirante cruza el orbe, su mirada gira por todos los espacios posibles y mientras, pletórico de humanidad, su ansiosa pluma va plasmando lo que él modestamente llama: “mi triste y doliente poesía.”
En la segunda etapa, la del exilio, su poesía trasluce honda ternura y un dolor casi inquebrantable. Nos recuerda a Vallejo en su etapa parisina. Es conmovedor el poema La Vida, en que desterrado, tembloroso ante el drama de su propia vida, solo siente su corazón grande como el cosmos en su noble etapa de guerrero; canta su sacrificio por la patria, a la que “nunca presumí quererla / con tanta intensidad y pasión santa / que triste es verse huérfano en el mundo / que temible había sido abandonarla…” Evoca las figuras de su familia, busca el recuerdo del hogar dejado atrás. El poeta guerrero murmura en su inquebrantable soledad, la ausencia de amor, de luz y de todas las formas intrínsecas del pueblo en que vivió.
Diego Masías y Calle fue también dramaturgo. Su drama “Clotilde” (1876) fue representada con éxito en el teatro de Arequipa por un grupo de prestigiosos actores. Escribió la alegoría “El Perú” representado también con éxito en el teatro de Arequipa ese mismo año. Y sus cartas del Destierro, escritas durante su exilio en Bolivia, nos dan una muestra palpable de su admirable talento literario.
Por desgracia, cuando el poeta volvía del exilio, a bordo del vapor Coya, en el lago Titicaca, en Puno, la bala de un montonero de las tropas del general Cáceres –por entonces enfrentado en guerra civil con Nicolás de Piérola– lo hirió de gravedad. Trasladado a Arequipa, su pueblo natal, dejó de existir a los pocos días, el 22 de abril de 1895, cuando contaba con sólo 44 años de edad. Una infausta guerra civil, por la posesión del gobierno del Perú de aquella época –parecida a otra que sucedería en el siglo XX en España y que causaría la desaparición de García Lorca y Miguel Hernández–, ocasionó la prematura muerte de un poeta original cuya obra hubiera sido mayor con el andar de los años. Aún así nos queda su rica y compacta obra literaria, para el deleite de las generaciones presentes y futuras del Perú y el mundo.
Barcelona, 13 de Diciembre del 2008
Agradecimiento especial a Julio Alarcón, descendiente del poeta, que me hizo llegar el libro "In-Memorian" a Diego Masias y Calle (1851-1895)